Doce personas mueren asfixiadas por un incendio en el expreso nocturno París-Múnich
Dos españoles, entre los heridos del accidente en la autopista Burdeos-París
Un coche cama que entró en servicio hace 38 años sirvió de ataúd a 12 viajeros del expreso nocturno 261, París-Múnich, entre ellos dos niños de una familia estadounidense de cinco miembros, muertos todos en el incendio que se declaró en la madrugada de ayer. Los gritos infantiles despertaron a algunos de los otros nueve pasajeros del vagón, que se hirieron al romper las ventanas para escapar del tren cuando éste se detuvo a un kilómetro de Nancy (este de Francia). Las víctimas perecieron asfixiadas por el monóxido de carbono generado en el incendio.
El origen del fuego que provocó la catástrofe parece más un accidente que un acto criminal, según las primeras investigaciones del fiscal del caso.
En esta tragedia no se ha registrado ninguna víctima española, a diferencia de lo sucedido en el choque en cadena de la autopista París-Burdeos del día anterior, en el que resultaron heridos Miguel Jiménez, ya dado de alta, y María del Mar Sánchez, ingresada en un hospital de Poitiers. Su vida no corre peligro, según confirmó la Embajada de España en Francia.
El balance de este accidente se elevó ayer de seis a ocho muertos, al descubrirse otros dos cuerpos entre los hierros retorcidos de los 44 vehículos que se vieron empotrados unos contra otros.
Las dos tragedias tienen conmocionada a Francia. Y el incendio del tren París-Múnich no adquirió proporciones aún mayores porque las llamas no se propagaron al resto del tren. Pero el fuego en un solo vagón bastó para generar una espesa humareda y gran cantidad de monóxido de carbono, que es inodoro.
'El confinamiento de un departamento es tal que probablemente la proporción de gas aumentó rápidamente, lo cual dejaba pocas oportunidades de escapar', explicó Henry Lambert, médico del hospital de la localidad de Nancy, donde fueron atendidos los heridos.
La muerte sorprendió en el tren a cinco estadounidenses emparentados entre sí: la abuela, de 72 años; el padre y la madre, ambos de 43 años; una hija de doce y un hijo de ocho. Tres alemanes fallecieron también, así como una pareja de rusos, una griega y un húngaro. Entre los heridos se ha dado cuenta de dos británicos, dos estadounidenses, un francés y cuatro alemanes. Uno de estos últimos es el acompañante del coche siniestrado, que no se encontraba en el vagón cuando se produjo el fuego, según el fiscal.
El coche quemado pertenece a la Deutsche Bahn -la compañía alemana de ferrocarriles-, que descarta un fallo en el sistema de calefacción, situado debajo del coche, afirmando que las huellas del incendio muestran que no partió de allí. 'No se puede excluir hipótesis alguna', fue la única certeza que comunicó, por su parte, la Société Nationale de Chemins de Fer (SNCF), bajo cuya responsabilidad circulaba el tren alemán por territorio francés.
Este convoy no debería haberse parado hasta la ciudad fronteriza de Kehl, desde donde tendría que haber seguido a Múnich, y algunas de sus unidades hasta Viena.
El vagón carecía de alerta automática contra el humo y nadie activó el freno de emergencia. Un portavoz de la empresa alemana de ferrocarriles intranquilizó a potenciales viajeros de coches cama al asegurar que el vagón en que se produjo el incendio es 'estándar' en los ferrocarriles europeos y funciona en 'otras muchas compañías'.
Vagón alemán
En este caso se trataba de un coche fabricado en los años sesenta y modernizado en 1999, que sufrió su última revisión 'rutinaria' el lunes pasado. La SNCF, que se preocupó de destacar la procedencia 'alemana' del vagón, echó un cable a la compañía germana al indicar que la antigüedad del material no parece la causa del desastre.
Los franceses se atribuyen el mérito de haber descubierto el fuego y detenido el tren, gracias a la vigilancia constante de sus agentes: los que estaban de servicio en Nancy advirtieron la humareda y cortaron la alimentación eléctrica, maniobra que alertó al conductor para detenerse.
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