La desidia tumba al Athletic

El Athletic de los titulares en barbecho (Alkiza, Orbaiz, Karanka o Guerrero), como el de los jóvenes que Heynckes foguea en la Liga, tiene el sufrimiento pegado a la espalda. Presente Heynckes el equipo que presente, sencillamente le cuesta horrores desplazar el balón con sentido, sea en un modesto terreno de juego encharcado, sea sobre un césped inmaculado. Ayer mismo volvió a permitir que el rival, un Segunda B como el Real Unión, usurpase su puesto en la jerarquía y ofreciese todo el fútbol y la actitud que los rojiblancos se ahorraron. Eso sí, los de Heynckes tiraron de experiencia, de las incontables horas de vuelo que se le supone a un equipo profesional, para sorprender a un Real Unión incómodo y nervioso ante tanto foco. Después, miró hacia otro lado.

Visto el paso trotón de los jugadores rojiblancos más adelantados, la importancia de la eliminatoria copera señalada tanto por Heynckes como por su presidente, Uria, no empapó el ánimo de los jugadores, que se asomaron con el cuello estirado lo justo para ver cómo respiraba el rival. Ni siquiera apreciaron que la defensa local exhibía un boquete enorme por la derecha, desde donde Yeste fabricó el gol de Guerrero. El capitán rojiblanco sólo hizo eso: empujar un gol seguro y desvanecerse. Lleva un siglo desaparecido. Por pereza o displicencia, el Athletic dejó de mirar la evidente cojera irundarra y se enfrascó en un abrazo incomprensible con su rival en el centro del campo. El Athletic escogió bombear balones y el Real Unión estuvo a punto de imitar esta solución, pero prefirió hacer algo más, visto que la cintura de la defensa rojiblanca amenaza carcoma.

El Athletic empezó a pasar apuros pero siguió al trote, abandonado, ajeno a la posibilidad de recibir un gol. Los de Heynckes homenajeaban el juego estático, pasota, y el Real Unión, que había pedido un partido feo, de pelea, tuvo que entregarse a la evidencia de que el rival había dimitido tras marcar y jugaba sin aceite. Con todo esto, el conjunto irundarra renunció al patadón y empezó a buscar la velocidad de Sergio Francisco, con toques rápidos y desplazamientos eléctricos en corto que enseguida aburrieron a Orbaiz y Alkiza. Así, se plantaron junto al área, sin saber muy bien qué hacer, esperando un centro digno que recogiese su goleador, Sukia. Cuando éste llegó, Sukia hizo de Urzaiz: remató cruzado de cabeza para empatar.

El empate sacudió a Heynckes, que colocó enseguida lo mejor de su banquillo, con las esperanzas puestas en Ezquerro y Tiko. El Real Unión se divertía, estrellaba un balón en el travesaño y buscaba a Sukia. Sólo lamentaba su escaso remate, circunstancia que resolvió la defensa rojiblanca con un penalti en su enésimo desconcierto.