'La camiseta que le pedí a Aimar era para un amigo'
Javi González (28 años) pasa alternativamente del césped al banquillo, de ahí a la grada y de vuelta al eje del Athletic. Jugador de clase y de apagones anímicos, mantiene con Jupp Heynckes una relación confusa que tiene dividida a la grada. Tan pronto es un héroe como un villano. Tras vencer al Celta, Javi González confiesa que condujo a su casa conmocionado por los nervios y la adrenalina, pero seguro de que vuelve a ser imprescindible.
Pregunta. ¿Colecciona camisetas de equipos rivales?
Respuesta. Sí. Tengo muchas guardadas en casa: la de Saviola, Luis Enrique, Raúl, Hierro, De Paula, Cañizares... Cuando me retire me gustaría hacer un armario especial en casa para conservarlas todas.
P. ¿Y no le importó pedirle la zamarra a Aimar después de sufrir una goleada (5-1)?
R. No, un amigo me había pedido que se la trajese. No veo que hay de malo en eso. Además, con la situación por la que atraviesa el equipo creo que hay cosas más importantes de las que hablar.
P. Su entrenador, Jupp Heynckes, vino a decir que su gesto le pareció vergonzoso. ¿Han hablado del incidente?
R. No directamente. Sé lo que comentó a los medios y también hizo una alusión en una charla colectiva. Respeto su opinión pero me parece exagerado que el jueves todavía se hablase del asunto. Algunos medios se han pasado, sabiendo además cómo soy, es decir un jugador incapaz de hacer un gesto para ofender a la afición y que adora al club para el que juega.
P. ¿Mantiene una relación de amor y odio con Heynckes?
R. El año pasado fui de los que más jugó y sufrí el mismo bache que afectó a todo el equipo a final de temporada pero que a mí me llevó al banquillo e incluso a la grada. No sé muy bien por qué.
P. ¿Cómo asumió éste verano su condición de transferible?
R. Fue duro, muy duro, y puedo decir que hasta ayer (por el domingo) no he vuelto a sentirme tranquilo porque jugué mi mejor encuentro de la temporada. Ante el Celta he respirado, he vuelto a sentirme querido por el público y los compañeros y la verdad es que lo necesito. Necesito ese cariño porque soy una persona alegre. Volver a escuchar el rugido del público me ha reconfortado. Tenía miedo de no volver a sentirme parte del equipo.
P. ¿Su cartel de transferible fue un tirón de orejas?
R. Tengo 28 años y no hace falta que me piquen. Lo que pasó en verano ha llegado a perjudicar seriamente mi estado anímico porque cuando no sabes qué va a ser de ti todo se complica mucho. Fueron días difíciles. Busqué equipo y tuve varias ofertas de Primera División.
P. ¿Guarda rencor al club?
R. No guardo rencor porque estas cosas en el fútbol están a la orden del día.
P. Vuelve a jugar de lateral. ¿es su sitio?
R. Ahora mismo no me importa jugar en cualquier sitio. Como lateral, veo bien las jugadas, sé sacar el balón jugado, soy rápido, tengo regate...Ahora, no soy un defensa y reconozco que a la hora de defender paso apuros.
P. ¿Por qué es tan inconstante?
R. Yo intento mantener la regularidad y me doy cuenta de que tengo que ser más ambicioso y exigente conmigo mismo para demostrar que soy imprescindible. Además, los estados de ánimo influyen en mi rendimiento porque no soy un robot. Zidane también tiene partidos malos. Tengo que procurar estar bien en lo anímico y aprovechar mi potencial físico: los médicos dicen que podría haber sido atleta.
P. Pero su fama de noctámbulo y guaperas le persigue.
R. No soy un guaperas, sólo me considero atractivo.Yo rindo sobre el césped y nunca he salido más que cuando quedamos segundos (temporada 1997/98). Pero cuando las cosas se tuercen, la gente saca ese tema. Con 22 años no sabía si podría vivir del fútbol y salía de fiesta, como una persona normal, porque en el fondo soy un tipo sencillo. Ahora soy profesional y entre semana llego a casa antes de las diez de la noche. Tengo la conciencia tranquila.
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