'Debe desaparecer el principio de la unanimidad'
Una mayoría cualificada para las decisiones delicadas, que permita abolir el derecho de veto. Una Comisión reducida en el número de sus componentes, pero reforzada en sus competencias y con un poder de decisión autónomo en lo que se refiere al Pacto de Estabilidad. Un Comité restringido de los países que, por turno, sirva de apoyo al presidente del Consejo permanente para asegurar la continuidad de la política europea. Un mecanismo de abstención constructiva, que permita a los Gobiernos tomar las debidas distancias de decisiones que los sitúen en minoría, sobre todo en política exterior, sin poner obstáculos a los demás. Un núcleo duro, pero no predefinido, en defensa, economía y moneda en el seno de la Unión ampliada. Una referencia a los valores espirituales en esta Europa que, parafraseando a Bertrand Russell, no puede denominarse cristiana. Son ideas. Pero cuando se oyen enunciadas por Valéry Giscard d'Estaing, presidente de la Convención sobre el futuro de Europa, que acaba de presentar el esqueleto del futuro tratado, se comprende que en su cabeza hay ya mucha más sustancia concreta de lo que el documento presentado estos días deja entrever. Con sutilidad, Giscard ha lanzado a la opinión pública el debate sobre el nombre de la cosa: ¿Europa unida? ¿Estados Unidos de Europa? ¿Unión Europea? ¿Comunidad Europea? Mientras tanto, en el salon blanc del palacio Farnese, sede de la Embajada de Francia en Roma, mientras descansa tras sus encuentros romanos con el Papa y con el presidente italiano Carlo Azegli Ciampi, retoma el hilo de un razonamiento destinado a proporcionar músculos y rostro al esqueleto de la nueva Europa.
'La mayoría cualificada garantiza un sistema de consenso'
'Las reuniones del Consejo tienen que ser más regulares y menos dramatizadas'
Pregunta. Se ha dicho en varias ocasiones que no se reflexiona bastante sobre los cambios que provocará el gran número de Estados miembros en la Europa ampliada.
Respuesta. Es verdad. El efecto del número de Estados será muy fuerte. Hace unos días estuve en el Consejo Europeo de Bruselas. Había más de 30 personas alrededor de la mesa: dos por cada país, más la Comisión. Cuando seamos 25, habrá más de 50 personas. ¿Cómo harán para deliberar? ¿Cuánto tiempo se necesitará para concluir una reunión? Lo mismo vale para la Comisión. ¿Qué podrán hacer 25 comisarios, cuando el Ejecutivo tiene, más o menos, 10, 12 competencias que ejercitar? ¿Cómo podrá funcionar todo esto?
P. Usted plantea una cuestión crucial, porque pone en juego tanto el problema del voto por mayoría como el de la composición de los órganos comunitarios, como la Comisión. Una verdadera caja de Pandora...
R. Cuidado. No se debe ver el problema bajo el prisma de la competición entre instituciones, sino bajo el de su buen funcionamiento. Observemos los Gobiernos existentes, a escala federal, nacional o regional: nadie tiene un Ejecutivo tan numeroso. El Gobierno estadounidense y el británico son mucho más pequeños. Por lo que la pregunta es: ¿cómo podemos tener instituciones funcionales, capaces de decidir de forma útil, y al mismo tiempo garantizar a todos los países una igualdad de acceso a las instituciones?
P. Me imagino que tiene la respuesta.
R. Tengo alguna idea. Pero es demasiado pronto para hablar sobre ello. Estamos todavía en fase de reflexión sobre este punto. Sin embargo, es significativo que incluso un ex presidente de la Comisión como Jacques Delors haya sentido la necesidad de plantear la cuestión.
P. ¿Se podría decir que es favorable a una reducción del número de los comisarios?
R. Hay un problema de número, pero también de papel. Hay un informe preparado por la misma Comisión en 1997, en el que se subraya la importancia de que cada comisario tenga una tarea homogénea y significativa. La Comisión es la encargada de custodiar los tratados, pero también debe ser la expresión de un interés común europeo, de una responsabilidad colectiva, y por esto es importante que cada comisario tenga una función que comporte responsabilidades precisas y efectivas. Pero no quiero seguir reflexionando sobre este argumento porque es muy sensible, y la Convención no lo ha discutido todavía en profundidad.
P. Sin embargo, para el Consejo no hay otra solución que la del voto por mayoría. No se puede excluir a países...
R. Podría haber una comisión permanente que asegure la continuidad del trabajo, como la troika en política exterior que existía hasta hace poco tiempo.
P. ¿Ve la posibilidad de una troika o, en cualquier caso, un grupo restringido a turno que asiste a la presidencia permanente?
R. Sí. Las reuniones del Consejo Europeo tienen que ser más regulares y menos dramatizadas, como ha sucedido en el último Consejo de Bruselas.
P. Es difícil decir que no haya sido dramático, con el acuerdo franco-alemán y el enfrentamiento entre Chirac y Blair...
R. Digo menos dramatizado porque por una vez se ha evitado transformar el Consejo en un acontecimiento puramente mediático. Claro, es normal que en este tipo de reuniones haya tensiones, incluso fuertes. Por otra parte, lo que ha sucedido con el acuerdo franco-alemán demuestra que el sistema no funciona y que debe ser revisado.
P. ¿En qué sentido?
R. Había un debate en curso sobre la cuestión de la financiación de la Política Agraria Común (PAC), y el acuerdo entre dos países lo interrumpió. Desde luego, no echo la culpa a franceses y alemanes de haber alcanzado un acuerdo que ha desbloqueado la situación. Pero esto demuestra que el sistema, tal como funciona ahora, es demasiado pesado y no permite alcanzar las decisiones de forma colectiva.
P. Volvemos a la cuestión del voto por mayoría. ¿Cómo lograr que lo acepten los Gobiernos?
R. Todavía tenemos que reflexionar sobre esto. Hay diferentes aspectos del problema. Hoy existe un voto por mayoría cualificada. Yo me pregunto, por ejemplo, si no es necesario crear incluso un voto por mayoría altamente cualificada para decidir sobre las cuestiones más delicadas. El objetivo debe ser el de lograr que desaparezca el principio de la unanimidad y, por tanto, el derecho de veto de un único país. Hay temas para los que un voto por mayoría cualificada es más que suficiente. Hay otros temas más cruciales en los que hasta ahora se ha conservado la unanimidad. Pero el principio de la unanimidad equivale al bloqueo del sistema.
P. ¿Y tendrán que adecuarse los Gobiernos en minoría?
R. Éste es el otro aspecto del problema. La mayoría cualificada debe garantizar un sistema de consenso suficientemente amplio. Pero tiene que estar acompañado por un mecanismo de abstención que permita a quien no quiere adecuarse al voto aceptar la decisión de la mayoría situándose en una posición de espera que puede ser más o menos larga.
P. Un poco lo que ha sucedido con la moneda única...
R. Exacto. El ejemplo clásico es el de la zona euro. Tenemos 12 países con una moneda única y tres que están fuera. Está claro que los problemas de coordinación de las políticas económicas no se plantean en los mismos términos para unos y para otros. Sobre estos asuntos no creo en la lógica de los buenos y de los malos, de los grandes y de los pequeños.
P. Hablando de moneda única y de gobierno de la economía, parece que las críticas de Romano Prodi [presidente de la Comisión] sobre la 'estupidez del pacto' nacen del hecho de que el grupo de trabajo sobre este tema en la Convención ha sacado pocas conclusiones.
R. Creo que las declaraciones de Prodi, que considero desafortunadas, fueron realizadas antes de las conclusiones del grupo de trabajo.
P. ¿Por qué desafortunadas?
R. Por dos razones. Porque el Pacto de Estabilidad es un acuerdo europeo suscrito por todos los participantes en la unión monetaria y puesto a punto con la participación activa de la Comisión. Y, además, porque en el sistema europeo no se debe criticar algo sin proponer sustituirlo con otra cosa mejor.
P. Pero es exactamente lo que dice Prodi cuando propone un gobierno de la economía que proporcione dirección política y flexibilidad a la zona euro. Y, por lo que parece, es sobre lo que la Convención no logra avanzar.
R. Ahora deberemos discutir en sesión plenaria el resultado del grupo de trabajo dirigido por Klaus Haensch. Él mismo ha constatado que existe una división entre los que sostienen una lógica de mercado pura y simple y los que, por el contrario, luchan por un sistema de política económica más elaborado. De todas formas, no podemos permitirnos tener una política monetaria poco sólida.
P. ¿Y qué se debe hacer para reforzar la coordinación económica?
R. El problema, más que el mecanismo del Pacto de Estabilidad en sí mismo, es el modo de aplicarlo y la voluntad de llevarlo a cabo. El mecanismo es satisfactorio. Pero cuando se acerca el momento en el que se debe actuar, como ha sucedido con la early warning (advertencia previa) a Alemania, los países reaccionan con anticipación para bloquearlo. Y esto no es correcto.
P. Si en este momento la Comisión pusiera en marcha un procedimiento contra Francia, ¿usted cree que París tendría que aceptarlo?
R. Respuesta afirmativa. No se puede atacar un pacto del que al mismo tiempo se es cofirmante. Es necesario encontrar la forma para que sea más respetado. Una idea es la de dar mayor responsabilidad a la Comisión. Hasta ahora la Comisión se ha limitado a adelantar propuestas al Consejo, que tiene la última palabra. Hay que ver si no es oportuno dar a la Comisión poderes autónomos de decisión en este asunto.
P. ¿No cree que una mayor coordinación económica limitada a la zona euro, es decir, a 12 países, terminaría por volver a introducir un núcleo duro en el corazón de la Unión ampliada?
R. Sí. Pero no se trata de un núcleo duro preconstituido. Es más bien la constatación de una situación de hecho. El mismo problema se presentará en materia de defensa. No se trata de definir un núcleo duro, sino de constatar que en el sistema hay diferentes grados de preparación y disponibilidad.
P. Acaba de entrevistarse con el Papa. ¿Cree que se encontrará la forma de incluir la petición de la Iglesia de incluir en el texto de los nuevos tratados una referencia a los valores cristianos de Europa?
R. Puede que haya alguna solución. Hemos previsto un cierto número de artículos que describirán los valores de la Unión Europea, en estos artículos se podría incluir incluso una referencia a los principios que son tan queridos para el Pontífice. Además, ya en el Tratado de Amsterdam existen disposiciones que prefiguran una solución satisfactoria para todos.
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