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Un libro reivindica la figura de la médico anarquista Amparo Poch

'Una mujer libre' retrata a la que fue 'segunda' de Federica Montseny

Médico, pedagoga, escritora, dibujante, periodista, sexóloga, sindicalista y propagadora de las tesis pacifistas; éstas eran las ocupaciones de Amparo Poch (Zaragoza, 1902 -Toulouse, 1968) durante la II República y la guerra civil. El esfuerzo de Poch por los más débiles cayó en el olvido durante la dictadura. Ahora, en el centenario de su nacimiento, el nombre de la doctora Poch se recupera en Una mujer libre (Ediciones Flor del Viento), el libro con que la granadina Antonina Rodrigo prosigue su recuperación de la memoria de las mujeres españolas que sufrieron el exilio.

'Amparo Poch es una de las mujeres de primera fila que se entierran durante la dictadura, como tantas otras que estuvieron en la trinchera del saber, de la cultura, de la política, de la música. Una mujer que decide mantenerse en la retaguardia, como una más de las que conforman la tropa, los que realmente libraron la batalla', dijo la autora del libro durante su presentación ayer en Barcelona.

Amparo Poch -hija de una sargento de pontoneros, criada en un ambiente conservador y militarista- ingresó en 1922 en la Facultad de Medicina de Zaragoza, donde era la única alumna rodeada por 435 hombres. Acabó su carrera con 28 matrículas de honor y en 1929 anunciaba en La Voz de Aragón su consultorio médico con un horario especial reservado para obreras. El libro reproduce las entrevistas de Rodrigo con algunos de los pacientes de Poch, diálogos en los que se refleja su perfil como mujer 'valiente, digna, y que sabe que su misión en la vida es ayudar al obrero. Conocía hacia dónde avanzar y lo hacía en línea recta', explicó la autora. Defensora de las tesis anarquistas, Poch estuvo a punto de ser nombrada ministra de Sanidad durante el Gobierno de la II República, aunque finalmente fue la segunda en la sombra de Federica Montseny.

Antonina Rodrigo descubrió a Amparo Poch en una investigación sobre la revista Mujeres libres, que ella fundó junto con Lucía Sánchez Saornil y Mercedes Comaposada. La investigación finalmente costó cuatro años de trabajo, 134 entrevistas y la visita a decena de archivos, hemerotecas y bibliotecas. 'Es una mujer que no se conoce porque la gente no cree en ella y, sobre todo, porque no les importa recuperarla', explicó la autora que recientemente, en un acto que se celebraba en la Universidad de Zaragoza, descubrió cómo su equipo rector desconocía quién era Amparo Poch. Ahora, la ciudad le rinde homenaje dedicándole una calle y poniéndole su nombre a un ambulatorio.

Cuando caen las últimas filas republicanas, Poch decide voluntariamente marchar al exilio en Francia, donde murió en 1968 con tan sólo 16 francos en la cartera y ejerciendo la medicina en la clandestinidad. Incluso su padre, que se reincorporó las tropas franquistas en 1936 y trabajó como censor, trabajó por eliminar el expediente académico de su hija para borrarla de la memoria.

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