Compramos incomunicación
En mitad de una de las pocas películas que se dejan ver en la caja que, muy lista ella, domina nuestras vidas, topé con un anuncio que, muy a pesar de muchos, define nuestro modo de vida de manera mucho más explícita que las mil palabras que ahora estoy empleando.
Durante un minuto, imágenes de parejas, familias enteras, jóvenes guapos y sobradamente preparados, absortos y completamente hipnotizados, no pueden apartar la vista ni la concentración de la televisión.
No hablan.
No hay palabras, ni gestos, ni caricias, ni calor.
El calor lo irradia esta inteligentísima caja que parece dominar sus (nuestras) veladas.
No pude más que quedarme como la gente que estaba viendo, esperando, anhelando, imaginando qué me ofrecerían para poder conseguir el estado de éxtasis que me mostraban.
Para mi decepción, el objeto del deseo era la nueva temporada del programa de televisión Operación Triunfo.
Esta vez no ha habido suerte, el producto ofrecido no me va a hacer sentarme al lado de mis desconocidos parientes a comentar la vida de personas que nunca jamás llegaré a conocer.
Tal vez en su próxima oportunidad ella lo consiga.
Cada vez lo veo más cerca.