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Un barrio de Alicante quiere echar a la colonia rumana

La zona, en franco deterioro, registró en tres meses unos 550 robos

'Al final se liará algo gordo'. Ésta es la expresión más común entre los vecinos del barrio alicantino de Juan XXIII al comentar su relación con los inmigrantes rumanos asentados en la zona. Los residentes imputan a los rumanos la mayoría de los delitos y piden su expulsión. El alto índice de delincuencia y la inadaptación de la colonia rumana amenaza con dinamitar la convivencia social en este barrio obrero del extrarradio de la ciudad.

La sensación de inseguridad ciudadana que se ha instalado en el barrio de Juan XXIII llevó el jueves a los vecinos a protagonizar una manifestación espontánea contra la colonia de rumanos, según ellos, responsables del aumento de la delincuencia. La intervención de las fuerzas de seguridad evitó que la protesta arrojará consecuencias mayores.

Los ánimos de los residentes en esta barriada están caldeados y no parecen exentos de matices xenófobos. 'Mean y cagan en la calle, se quitan los piojos en las plazas. Y, cuando te descuidas, te roban'. La propietaria de un establecimiento de comestibles, quien quiso permanecer en el anonimato por miedo a represalias, define así a la numerosa población rumana residente en la zona. Ella y su marido se apresuran a asegurar que no son racistas, porque los gitanos, dicen, 'de toda la vida del barrio son trabajadores, pero esta gente no'.

El barrio de Juan XXIII fue en la década de los setenta un núcleo residencial en auge, con amplias zonas ajardinadas, y poblado de gente obrera. Hoy es un barrio periférico de la capital en franco deterioro. Fuentes policiales califan la barriada como 'un foco importante de delincuencia de la ciudad'. Según datos de la Unión Federal de Policía, la comisaría norte -que atiende a 150.000 habitantes, entre ellos los residentes de Juan XXIII- registró durante el primer trimestre de este año cerca de 550 robos.

'La Administración nos ha dejado de la mano de Dios. No ha invertido nada', denuncia Francisco Camacho, propietario de una ferretería y vecino del barrio durante más de 30 años. 'Queremos un barrio tranquilo. Que nuestros ancianos puedan salir a la plaza y que los bancos no estén ocupados por delincuentes'. Los vecinos coinciden en afirmar que la gente con recursos abandona la zona. 'Nadie quiere vivir aquí'. Y la prueba está en que las viviendas se están devaluando estrepitosamente porque, afirman, 'nadie compra'. El núcleo acumula, ademas un importante número de personas marginales, la mayoría de la etnia gitana.

Los últimos asentamientos rumanos han elevado la conflictividad social del barrio. De la inadaptación de estos rumanos conoce bastante la organización Alicante Acoge. Su director técnico, Carlos Gómez, corrobora que este colectivo de la etnia romi -cíngaros o gitanos- rechaza reinsertarse en la sociedad y se mantiene fiel a su vida nómada y sus tradiciones. En Alicante, 234 inmigrantes rumanos están censados. Este colectivo no es conflictivo. Los más problemáticos son los de etnia cíngara.

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La situación límite que padece el barrio de Juan XXIII va más allá del problema del conflicto rumano: es consecuencia añadida de un acelerado proceso de degradación social que envenena la convicencia intercultural.

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