Queremos ver. Queremos saber
De toda la vida las obras de construcción han constituido una especie de espectáculo gratuito ofrecido a los paseantes, jubilados y disfrutadores de tiempo libre en general. Hay ciudades en las que sigue siendo así, recordemos las memorables conversaciones de los vecinos de Barcelona ante la aparición del cementerio, recogidas en la preciosa película En construcción. Por el contrario, en Sevilla, las últimas obras aparecen cerradas a la vista y, en el caso de la Encarnación, rodeadas por un ominoso muro de chapa, con personal de obra que parece tener como única misión alejar a los curiosos que se atreven a asomarse a los espacios abiertos para la entrada y salida de camiones.
El sábado 19 de octubre, sobre las dos de la tarde, miembros de las asociaciones de defensa del Patrimonio Ben Baso y ADEPA, Ecologistas en Acción y Grupo de Expertos, colocaron carteles en las vallas de la obra. En ellos aparece una ventana entreabierta desde la que se ve parte de las excavaciones, con el lema: 'La Encarnación, una explicación imprescindible. Queremos ver. Queremos saber'. Muchas personas que pasaban por la zona se paraban a leerlo e intentaban vislumbrar algo del interior a través de los agujeros que manos anónimas van abriendo en el muro. Al día siguiente, domingo, buena parte de los carteles habían sido arrancados y aparecían rotos en el suelo. La reflexión que nos hacemos es la siguiente ¿Quién puede sentirse irritado porque alguien quiera ver qué se hace en un espacio público? Si las manos que arrancaron los carteles pertenecían a ciudadanos que se sintieron agredidos por esta demanda, ¿qué clase de mentalidad se está desarrollando en esta ciudad?
A Sevilla, en muchos sentidos, se le ha ocultado su pasado pero seamos conscientes de que la ocultación sólo es posible si cuenta con una complicidad. Estamos viviendo un periodo de recuperación de la memoria histórica, por todas partes surgen colectivos que reclaman la verdad del pasado: Las fosas comunes, los trabajos forzados de los presos políticos, los exiliados, los desaparecidos. Hoy es evidente que el 'nosotros no sabíamos, no vimos nada' no tiene ningún valor. Todo acaba sabiéndose. Ahora valoramos y lamentamos el patrimonio destruido en esta ciudad en los años del desarrollismo. Entonces vimos, pero quizá no sabíamos. El nivel cultural de la ciudadanía no debería seguir siendo el mismo 30 años después. Dentro de muy poco, si se lleva a cabo, lamentaremos esta destrucción, con toda seguridad.
La Sevilla de comienzos de siglo XXI transmitirá la imagen, si no ponemos remedio, de la incultura, no de la modernidad, y el señor Monteseirín será recordado como el alcalde que destruyó un yacimiento arqueológico excepcional para construir un aparcamiento subterráneo. ¿Los sevillanos podremos decir que no lo vimos ni lo supimos?
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