Vida de barrio y noches de jazz en Nueva York
Después de interpretar a Don Quijote, y teniendo en cuenta su carácter histriónico, ¿es usted de los que viajan así, sin ton ni son?
Tengo un serio problema con mis emociones que me impide hacer turismo. Siempre que viajo, lo hago en busca del tiempo perdido, del que se fue.
¿Y dónde está ese tiempo?
Siempre cercano al mundo de mis sentimientos. Está en San Roque, Cádiz, donde nací; está en Badajoz, en Sevilla, en el colegio de Dos Hermanas. Está entre Gibraltar, Cádiz, el Guadiana, el Guadalquivir.
¿Buscar este tiempo no le corta las alas para visitar otros lugares nuevos?
Siempre he estado atrapado en ese triángulo de las Bermudas de mis sentimientos, y eso me impidió, por ejemplo, emprender la aventura de Hollywood. Pero he visitado la India, por ejemplo, buscándome a mí mismo, eso sí.
¿Se ha terminado por encontrar en alguno de esos viajes al pasado?
Uno nunca se encuentra del todo. Pero sí. Me he reconciliado con Nueva York después de pasar por un tratamiento hospitalario psiquiátrico con el doctor Manolo Trujillo. Aunque he vivido en una meditación entre el hotel y la consulta, he descubierto un Nueva York nuevo.
Descúbranos cómo es esa nueva ciudad.
Antes era una enorme pecera llena de tiburones y de egos. Ahora es amable, me encanta la vida de barrio que se puede hacer allí. Me quedaba en Lexington con la 62 y logré hacer muchos amigos.
Pero no todo sería vida de barrio en una ciudad como Nueva York, ¿no?
No, claro. Iba mucho al club de jazz donde suele tocar Woody Allen. Era una evasión que me transportaba a mi pasado universitario. También frecuentaba un restaurante italiano en el que terminaron por conocerme como el actor español y me trataban como a un rey. La gente te recuerda y es cariñosa. Eso es algo que aquí en Madrid se ha perdido. Aquí es como que la gente está enfadada.
Usted y la magdalena de Proust son todo uno en cuestión viajes.
Si no hubiera sido así en lo que a viajar se refiere, me hubiera muerto, de verdad. Todo es un viaje hacia atrás. Cualquier actividad, desde perderme en el Metropolitan Museum y estar allí horas y horas, hasta ver una obra cualquiera en el off Broadway. Todo eso me ha ayudado, como dice el doctor Trujillo, a regresar otra vez a la autopista. A volver a ser yo.
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