Rosa, no te bebas la leche
Estábamos hablando en antena de la carne picada, cuando telefoneó un carnicero y confirmó que en el cuarto de kilo que le acaban de despachar a usted se han colado 50 o 100 gramos de la carne que sirvieron al cliente anterior, que quizá pidió cerdo en lugar de vaca. Gemma Nierga sugirió a los oyentes que compraran siempre detrás de alguien que hubiera pedido ternera, lo que nos recordó a esas personas que vigilan las máquinas tragaperras para jugar cuando lleva muchas partidas sin dar premio. La asociación entre la máquina de picar y la tragaperras me puso mal cuerpo y pedí disculpas en nombre de la humanidad por haber inventado esas dos máquinas atroces.
Seleccionamos varios relatos sobre la sospecha. Aparte del de Elena Martínez, que había dado lugar a la llamada telefónica del carnicero, leímos Calendario, de Carolina Ibáñez, un cuento raro, conmovedor, siniestro, que parece que termina bien, aunque tampoco lo podemos asegurar. No se lo pierdan. No dejen de leer tampoco El cajero automático, de José Manuel Martín (éste sobre el tema de la certeza), del que se podría hacer una versión excelente para un corto.
Un día, al llegar a casa, oí en el contestador automático del teléfono el siguiente mensaje: 'Rosa, no te bebas lo que hay en la botella de leche de la nevera, que no es leche'. En mi casa no hay nadie que se llame Rosa, de modo que di, algo angustiado, al botón de la rellamada para decir que se habían equivocado, y saltó un contestador. Dije: 'Oiga, que no soy Rosa', y colgué con un sentimiento de ridículo insoportable. Esa tarde me tocaba ir a la radio, de modo que pedí en antena a la tal Rosa que no se bebiera la leche. No sabemos si nos escuchó o si yace, envenenada, en el suelo de la cocina de su casa, con la puerta de la nevera abierta. Quede constancia de que hicimos todo lo que estaba a nuestro alcance para evitar la desgracia.
El caso es que pedimos a los oyentes que escribieran cuentos sobre malentendidos provocados por el teléfono. Tuvo mucho éxito Mi madre al teléfono, de Ana Echeverría, por la tensión existencial que discurre por debajo de esas conversaciones entre madre e hija. Pero dimos el premio a Confianza, de José Hernández Quintero, porque la idea sobre la que se articula el relato es brillante y porque está bien resuelta (con frecuencia llegan ideas ingeniosas mal desarrolladas). Al final, una vez leídos todos los cuentos, tuvimos la impresión de que también el teléfono tiene algo de máquina de picar y que en sus intestinos quedan restos de la conversación anterior a la de uno. Gemma Nierga diría que hablemos siempre detrás de alguien que tenga conversaciones agradables.
PD. Correo ordinario. Cadena SER (a la atención de Juan José Millás). Gran Vía, 32. 28013 Madrid. Internet www.cadenaser.com. Una vez dentro de la página web hay que pinchar en La ventana y, en La ventana, La ventana de Millás.
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