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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Entre Piqué y Mas

Artur Mas, desde CiU, y Josep Piqué, desde el PP, han presentado con 24 horas de diferencia sus respectivos diseños para la Cataluña del futuro, a un año de que Jordi Pujol haga mutis de la escena política. Tanto el PP como CiU se apoyan mutuamente en los momentos difíciles y el primero mantiene con sus 12 votos a Pujol al frente del Gobierno de Cataluña en su último mandato. Pero una cosa es la vida real y otra los deseos preelectorales. Así que sus respectivos líderes han escrito su particular carta a los Reyes para ese futuro que se les plantea complejo.

Piqué ha sido el más sucinto: se ha limitado a un proyecto que suaviza las aristas españolistas más molestas para el electorado moderado catalán del PP. El mensaje del ministro se dirige al centro-derecha, incluyendo la clientela convergente; pero se reduce a afirmar que el grado de autogobierno es bueno y que una gestión rigurosa, algo que falla en la hoja de servicios de los 23 años de pujolismo, es fundamental para el futuro. Poca novedad para seducir al segmento que se moviliza en las elecciones autonómicas. El primer reto de Piqué estriba en que su discurso de 'catalanismo moderado', auspiciado en Barcelona por el propio José María Aznar, chirríe menos con la retórica y con las prácticas de su Gobierno: que alcance cierto grado de credibilidad entre el público al que se dirige.

Falta un año para los comicios, y aunque la sociedad CiU-PP goza de buena salud y llegará hasta el final de la legislatura, desde la federación nacionalista que lidera Pujol se quiere ilusionar con perfume soberanista a un electorado que, según recientes encuestas, se le escapa hacia Esquerra Republicana. Éste es el contexto en el que Artur Mas lanzó ayer la propuesta de redactar un nuevo Estatuto de Cataluña, dentro de un proyecto casi confederal. Es un proyecto de futuro, pero con una preocupación de presente: hacer olvidar las cuitas del pacto de investidura suscrito por Pujol con el PP y sus hipotecas, entre las que se cuenta el veto a cualquier reforma próxima del Estatuto.

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Entre lo más novedoso de su propuesta, envuelta en una buena y conocida dosis de nacionalismo retórico, más identitario e historicista que cívico, resalta la referencia a los derechos seculares de Cataluña, anteriores a la Constitución, algo nada habitual en el discurso convencional de CiU. También destaca un reduccionismo obsesivo en igualar a PP y PSOE como responsables de una misma concepción de España, negativa para la Cataluña de CiU.

La visión de Mas sobre España es instrumental: CiU sólo participará en un futuro Gobierno central si recibe luz verde a su propuesta de nuevo Estatuto. Esto es el proyecto. La realidad es que Mas y Piqué mantienen un pacto de apoyo mutuo y el ministro de Ciencia y Tecnología reitera que su escenario preferido tras las elecciones será el de un Gobierno CiU-PP. Pero las elecciones se acercan y cada uno tiene que contentar a su electorado. El nudo gordiano de los comicios está en la respuesta a la voluntad de cambio que crece en la sociedad catalana. Las promesas de Piqué y Mas llevan a la misma solución: al recambio frente al cambio.

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