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Columna
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El Brenan que viene

En estos momentos Miguel Martínez Lage está terminando la traducción española de la magnífica biografía de Gerald Brenan escrita por Jonathan Gathorne-Hardy, y tan calurosamente elogiada por la crítica británica cuando se editó en Londres en 1992. Verter al castellano un libro tan denso y de estilo tan personal -aunque se lee como una novela- es una tarea muy exigente. Pocos traductores habrían estado a la altura. Puedo asegurar que Martínez Lage ha hecho un excelente trabajo. El libro será publicado por El Alef (Muchnik) y, si los vientos son propicios, saldrá en febrero de 2003, coincidiendo con el estreno de la película sobre Brenan que acaba de rodar Fernando Colomo. O sea que dentro de unos meses Don Gerardo volverá a tener una gran actualidad, lo cual es de celebrar por todo lo alto.

Brenan ha dado la versión propia de su vida en dos libros de memorias -ambos vertidos al español-, además de evocar sus años alpujarreños en Al sur de Granada y de mentar episodios personales en sus (poco conocidas) novelas. Al poder contrastar ahora esta materia con una biografía en profundidad, basada en una investigación extremadamente rigurosa, estamos en una situación inmejorable para empezar a saber quién fue el autor de El laberinto español.

Tal vez la característica más marcada de Brenan era su determinación, absolutamente inquebrantable, de labrar, como defensa contra un mundo hostil, su propio espacio vital. Espacio, por supuesto, literario. Decidido a no ser militar profesional, como su intolerable padre, combatió sin embargo en las trincheras de la Gran Guerra con tanta valentía que salió con una graduación más alta que la de su progenitor. La conflagración europea había impedido que tuviera una carrera universitaria, y, como se sabe, durante la misma elaboró su proyecto de liberación personal: leer y leer, eso sí, pero cerca de las olas mediterráneas, que finalmente resultaron ser andaluzas.

El libro de Gathorne-Hardy fascinará al lector español por múltiples razones, entre ellas por su recreación, a menudo muy divertida, del mundo del Grupo Bloomsbury, en Londres, con sus interminables discusiones sobre literatura y arte y sus no menos interminables líos emocionales y sexuales. En este sentido la biografía corrige en varios aspectos la versión que Brenan propone de sí mismo en sus memorias, que tienden a dar la impresión de que el hispanista era un atleta en la cama. Ahora sabemos que tuvo numerosos fracasos y que su temor al gatillazo llegó a ser tan agudo, tan acuciante, que con frecuencia se producía lo peor, hundiéndole en negras depresiones o desesperaciones. Resulta que ciertos episodios de Al sur de Granada pertenecen más al campo de la fantasía que al de la veracidad histórica, lo cual no deja de ser desconcertante. Y también que Brenan disfrutaba de medios económicos superiores a lo que daba a entender. Todo ello hace que nos sea más humano, más real, más simpático. La publicación del libro de Gathorne-Hardy va a ser uno de los acontecimientos culturales más importantes del año que viene. Además será un estupendo estímulo para el género biográfico en España, todavía algo alicaído.

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