20 años y 49 centros cívicos más tarde
Los centros cívicos de Barcelona atraen a 600.000 usuarios anuales
Los centros cívicos de Barcelona están de aniversario. Este año se cumplen dos décadas de la inauguración del primero que se abrió, el del Guinardó. Este equipamiento fue el pionero de los 49 que actualmente se reparten por los 10 distritos de la ciudad. Fruto de la iniciativa del primer Ayuntamiento democrático, los centros cívicos se han consolidado como centros socioculturales, con una amplia oferta de actividades culturales, formativas y de promoción asociativa.
El año pasado, más de 600.000 barceloneses cruzaron sus puertas. La música, el teatro, la danza y las exposiciones se llevaron la palma, con más de 200.000 espectadores, y unos 55.000 alumnos participaron en 3.500 cursillos y talleres, en los que trimestre tras trimestre hay poco menos que bofetadas para inscribirse.
'Costó que arrancaran y atraer a los vecinos. Hubo que ponerle mucha imaginación'
A pesar de su sólido asentamiento en el entramado de servicios municipales, la puesta en marcha de los centros cívicos no fue fácil. Su creación se encomendó a la desaparecida Concejalía de Descentralización, que se inspiró en el modelo de los centros cívicos italianos. Sin embargo, el primer director del centro del Guinardó, Gerard Preminger, recuerda: 'Estábamos en pañales y tuvimos que inventarlos sobre la marcha, era el día a día permanente'.
Cuando Preminger evoca la inauguración del que fue pionero, parece mentira que los centros cívicos funcionen como lo hacen en la actualidad: 'Había que dar contenido a un centro vacío, en el que solamente trabajábamos una secretaria, cuatro conserjes y yo, y además las entidades rechazaban el proyecto porque querían una gestión popular'. Total, que el centro cívico se inauguró con el entonces alcalde, Narcís Serra, las autoridades y el director aguantando el chaparrón de la protesta vecinal y con poca cosa que enseñar al público.
Poco a poco, el recelo de las asociaciones fue desapareciendo, 'hablando con ellos y explicándoles que aquello era un continente para hacer actividades abiertas al público y que nosotros éramos sólo los gestores y no pretendíamos imponer nada', explica Preminger. 'Costó que arrancaran y atraer a los vecinos, pero o le ponías imaginación y te arremangabas o aquello no salía adelante'. Así, Preminger y su equipo igual hacían llamamientos a los artistas del barrio para organizar una exposición que colgaban los cuadros en la pared o contrataban 'al primer profesor de tai-chi de la ciudad'.
Veinte años después, el barrio ha hecho suyo el centro cívico y, como pasa en todos los de la ciudad, éste se ha convertido en un referente para la zona en el que se organizan actividades de todo tipo y para todas las edades, tanto por parte del mismo equipamiento como a iniciativa de las entidades. Otros centros cívicos, como las Cotxeres de Sants y la Casa Elizalde, han traspasado su ámbito territorial y se han convertido en referentes de actividades culturales para toda la ciudad. Y todavía existe una tercera orientación, la que constituyen los centros cívicos que se han especializado en ámbitos concretos. Es el caso de la Bàscula (Sants-Montjuïc), referente para los grupos de música que comienzan a abrirse camino gracias a sus salas de ensayo, y Can Basté (Nou Barris), especializado en certámenes de fotografía.
Un estudio encargado el año pasado por el Ayuntamiento revela que los usuarios los califican con un 7,6 sobre 10. Actualmente, los centros cívicos dependen orgánicamente de los distritos, los gestionan empresas privadas y el Sector de Servicios Personales del Ayuntamiento se encarga de la coordinación global. La concejal de Bienestar Social, Núria Carrera, explica que el Ayuntamiento está elaborando un plan director para el conjunto de los centros los cívicos con el que pretende 'reajustar la estrategia general y mejorar los equipamientos y las infraestructuras para poder incrementar la eficacia y hacerlos todavía más rentables desde el punto de vista social'.
Patrimonio histórico
Aunque algunos de los centros cívicos de Barcelona son edificios de nueva planta, su creación a lo largo de 20 años ha servido también para recuperar inmuebles de gran valor histórico que forman parte del patrimonio de la ciudad. Es el caso de La Farinera, una fábrica de harina de finales del siglo XIX de la zona industrial del barrio de El Clot; la Sedeta, industria textil situada en Gràcia que por la misma época fue pionera en Europa en la producción de seda cruda con telares mecánicos, y Can Fabra, sede de la mítica fábrica Hilaturas Fabra y Coats del antiguo pueblo de Sant Andreu del Palomar, recién estrenado centro cultural cuyo programa se integra en el del centro cívico Sant Andreu. El primero de ellos, el edificio que acogió el centro cívico del Guinardó, tiene también solera. Conocido en sus orígenes como Can Mèlic y más tarde como Can Planas, era la masía de una gran propiedad que fue expropiada por el Ayuntamiento. Pero hasta convertirse en el primer centro cívico de Barcelona, la finca que habían heredado los hijos de Claudi Planas en 1908 se destinó a usos tan diversos como un vivero de jardinería, un canódromo y una piscina. También fue morada de milicianos republicanos y cuartel de bomberos durante la guerra civil. Al finalizar ésta, se convirtió en campamento de la Falange, y luego fue una escuela taurina.
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