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Aranberri revisa con ironía la escultura de Basterretxea que preside el Parlamento

La vitoriana galería Trayecto (Ramiro de Maeztu, 10) ha abierto la temporada con una de las creaciones de Ibon Aranberri (Itziar, Guipúzcoa, 1969), uno de los jóvenes creadores caracterizados por su apuesta por la intervención irónica y crítica. En esta ocasión, ha preparado una pieza única que invade toda la sala, una obra realizada a partir de la escultura Izaro de Néstor Basterretxea que preside la sala de sesiones del Parlamento vasco.

Es una reproducción de uno de los iconos que más se repite en televisión y en las páginas de los periódicos, pero siempre como fondo de las palabras de los parlamentarios. Aranberri ha jugado con una escultura que ya está en el imaginario colectivo, pero que nunca se aprecia como una obra de arte. 'Eso sí, la pieza es anterior a la polémica actual sobre el plan de Ibarretxe', recalca no sin cierta ironía el escultor guipuzcoano.

Cada obra de Aranberri es específica y nace expresamente para el lugar que se va a exponer. Además, no busca el juego entre el original y la copia, sino que recrea un elemento público, con una escala y una geometría diferente, además de que incluye un sintonizador de radio que constantemente está emitiendo.

Las alteraciones del sentido iconográfico, histórico o perceptivo de objetos o lugares comunes son habituales en el trabajo de este creador, que acaba de participar en la cuarta edición de la Manifiesta en Frankfurt. Son intervenciones que inciden en lo local, pero que se relacionan con referencias más genéricas y universales. Por ejemplo, One-day sculpture fue una acción de un día en la ciudad japonesa de Kitakyushu, uno de los emporios de la industria metalúrgica. Allí colocó durante una tarde una escultura improvisada con hierro en la verja de la empresa metalúrgica Nippon Steel.

El uso de lo simbólico

Otro de sus proyectos era el lanzamiento de fuegos artificiales en el lugar donde se encuentra la central nuclear de Lemoiz, en el año 2000, con motivo de la celebración del cambio de milenio. En aquel entonces, el autor de este proyecto que no se llevó a cabo se preguntaba si el edificio debía ser demolido o debe ser reciclado, ante los debates que surgían sobre su futuro.

A Ibon Aranberri no le gusta hablar de instalaciones. 'Prefiero la acción que tiene más que ver con la escenificación de una idea, y, por otra parte, me interesa resaltar el uso de lo simbólico como un objeto de consumo más', explica uno de los participantes en la reciente exposición en el Museo de Bellas Artes de Bilbao Gaur-Hemen-Orain, donde presentó una obra escalofriante: la reconstrucción literal de un zulo.

Ahora tiene en marcha el proyecto de cerrar una cueva prehistórica. 'Es una gruta muy poco conocida, pero que cuenta con restos rupestres; no se trata de tapiar la entrada, sino de crear una situación en la que el visitante reflexione sobre el origen del arte prehistórico y las relaciones que hoy en día se mantienen con él, como ocurre en Altamira y la reproducción de la cueva', explica el creador guipuzcoano.

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