Fin de partida
La encuesta de El Mundo recoge el aumento de posibles votantes al PSOE; quizá otras le den ya como equiparado. La idea de que el sustituto de Aznar pueda ganar en el año 2004 se ha ido abriendo paso poco a poco y hoy ya es una probabilidad. No hay que buscar causas en el mismo PSOE, sino en la caída del PP. Quizá otras más fiables, escondidas en cualquier casita de suburbio como suelen hacer, donde los datos del descenso sean más notorios, lo que explicaría el enorme salto atrás del decretazo del trabajo: pero no creo que se recuperen los votos con él perdidos porque ninguna de las personas o familias afectadas o que puedan caer en él está segura de que reaparezca si ese partido gana otra vez.
Otras encuestas parciales repudian la guerra con Irak en todos los casos posibles, incluso en el de ser lanzada por la ONU: no vemos razones. Como ha ocurrido con la Ley de Enseñanza: la mayoría de aquellos a quienes atañe la niegan. Algunos incluso de quienes aceptan los contenidos repudian el sistema. Pero precisamente este ascenso de Aznar a la gloria que se produce no sólo desde la mayoría absoluta, sino desde la obediencia posible y ciega de sus funcionarios gubernamentales, es el que va convirtiéndole en caudillo, incluso con actos puramente emblemáticos como la banderota, el desfile casi inmediato y por el mismo lugar, la representación en la santidad del hombre del Opus Dei, el paulatino entenebrecimiento de la cuestión vasca, tenebrosa ya de por sí y tozudamente equivocada por el Gobierno desde las elecciones-trampa, jaleado por los intelectuales apasionados. Quizá todo ello dibuja un nacionalismo españolista que nos retrotrae a algunos de los peores momentos de nuestra historia. Todos los nacionalismos me parecen malos, incluso en la forma atenuada de las autonomías; el español es el que me parece el peor de todos por sus antecedentes tantas veces criminales, y la forma en que lo practican Aznar y sus feroces intelectuales adquiridos o adjuntos es especialmente espeluznante.
Para colmo de males, está escrito que su sucesor lo nombrará él, como hizo Franco con don Juan Carlos en error póstumo. Por algunas situaciones peculiares se ve que es hombre capaz de rectificar: quizá lo advierta a tiempo. Y que no se equivoque otra u otras veces al rectificar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.