Malestar en el billar
La casa sota la sorra, de Joaquim Carbó y Madorell, quizá sea el cómic catalán más logrado, por lo menos a mí así me lo parecía. Un dibujo línea clara muy competente y un guión estupendo que luego dio pie a una serie de novelas juveniles. La historieta empezaba con el protagonista, el joven Pere Vidal, diciéndoles a sus compañeros de billar: 'Us he tornat a guanyar'. Luego Pere volvía a casa, silbando Al vent, por las callejuelas húmedas y sombrías de antes de que Barcelona se pusiera estupenda.
En los cómics casi todo es elipsis. Seguramente Carbó ideó esa secuencia en los billares para sugerir de la forma más económica posible que su protagonista era un joven habilidoso, inteligente -el billar es un juego básicamente cerebral-, pero sin oficio ni beneficio, que echaba su vida a las carambolas. Entonces, en el tardofranquismo, los billares tenían mala reputación de marginalidad cerrada, subterránea, insalubre, con mucho humo de cigarrillos, cerveza bebida a morro e intercambio de bravatas entre estudiantes novilleros y chicos torcidos sobre suelos constelados de serrín; formaban parte de esa épica suburbial, de barrio, que Hollywood recreó en El buscavidas y Rosendo canta: '¡Hiciste en los billares/ la primera comunión!'.
Los billares tenían mala reputación, de marginalidad cerrada, subterránea, insalubre, con mucho humo y cerveza bebida a morro
Mantiene esa reputación, pero, como casi todo, ese juego se ha normalizado, higienizado. En los clubes, por lo menos en los mejores, ya no se fuma, el ambiente es aséptico y funcional, y el paisaje se reduce a las líneas esenciales: las parejas de jugadores con sus tacos, que se alternan junto a la mesa, intentan la jugada y si fallan le ceden el espacio al adversario. Si éste realiza una bonita carambola, el otro aplaude con tres o cuatro golpecitos de la tiza contra el taco. Si se acierta de churro, se piden excusas.
Pero aun los más homologables salones de billar mantienen una sugestión de las cosas semisecretas, laterales, alternativas. Escaleras arriba el mundo puede volverse cada día un poco más tonto, mientras en el subsuelo siguen rigiendo las leyes de la pura geometría, representadas por las alineaciones de pesadas mesas y por tres esferas de marfil que ruedan por los tapetes verdes o azules y chocan entre sí con golpes secos, claros y distintos.
No es la divina 'música de las esferas', pero casi. No hay sitio mejor que unos billares espaciosos sin radio ni tele, y será verdad que el mejor café de Barcelona es el del Bracafé de la calle de Casp, pero el que mejor sienta es el de la máquina que hay en el Club de Billar Barcelona, en el sótano del cine Coliseum, que uno bebe sentado en la despoblada gradería, mientras observa una partida que ni le va ni le viene, o cómo Xavier Minguell -de 41 años, el segundo mejor jugador a tres bandas de Cataluña-, con un mazo de diagramas de jugadas y familias de jugadas, instruye a uno de sus alumnos:
-Sí, los hay que se ponen enfermos de diagramas, los hay que sueñan con diagramas, pero es porque aquí la mala suerte no existe... Si me apuras, existe la buena suerte, cuando las bolas se colocan bien de forma imprevisible. Y como en muchos deportes, la mejora en el rendimiento se obtiene por repetición, o sea, a base de paciencia y estudio. Ahora, en esta posición...
Ahora en esta posición, este microcosmos del billar está que trina.
Los seis mejores jugadores de Cataluña acaban de ser sancionados por su propia federación con un año y un mes sin competir. Entre los sancionados, Minguell y el asombroso Dani Sánchez, campeón del mundo, seis veces campeón de España y el único jugador profesional de este país. Las fechas fijadas para el último Campeonato de Cataluña no les convenían, trataron de convencer a la federación de que las cambiase (al fin y al cabo es un deporte de aficionados, no se corren apuestas ni hay premios en metálico en ese torneo). Ésta se negó, ellos no compitieron, la sanción cayó como un mazazo. La afición está sublevada. Los foros en Internet dicen pestes de los directivos. La Consejería de Deportes tercia en el asunto, sin éxito por ahora.
La intransigencia de la federación -que, por deportistas y número de afiliados, es, o hasta ahora, era la más fuerte de España- es incomprensible y suicida. Porque estos deportistas no iban a quedarse un año sin competir, así que se han dado de baja y se han inscrito en otras entidades; Dani Sánchez, Xavier Minguell y algún otro, en la federación madrileña; los demás, en la aragonesa, en la valenciana...
Dani Sánchez (Barcelona, 1974) aprendió el billar en la mesa del bar de su padre en Santa Coloma. A los 14 años competía a nivel nacional, a los 16 ganó el primer open en Barcelona. Ahora posee un salón de billares en la calle de Casanova y se pasa tres cuartas partes del año viajando por el mundo de torneo en torneo. El que le haya visto por la televisión, vestido con su chaleco de fantasía y dibujando con el taco y las bolas trayectorias inverosímiles, sabe que es el rey de las tres bandas. Y que el próximo campeonato Comunidades, que invariablemente ganaba el equipo catalán y que en esta ocasión, para celebrar el 75º aniversario de la federación catalana, se celebrará en Barcelona, se lo llevará de calle el equipo de Madrid. Va a ser divertido ver al presidente de la catalana entregándole el trofeo al campeón madrileño: Dani Sánchez.
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