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Columna
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Dentro y fuera

Con motivo de la reciente concesión del Premio Nacional de Narrativa a la novela SPrako tranbia de Unai Elorriaga, no podía faltar la coletilla final: 'Y sin embargo, no es finalista del Premio Euskadi'. Julen Gabiría lo ha dicho de forma más radical y lo traduzco: 'Han premiado fuera aquello que en casa ni siquiera se seleccionó'. Pues sí, así son las cosas, porque la literatura sigue siendo materia opinable. Y, sobre todo, un sistema muy complejo de relación y comunicación en el que puede darse el hecho de que una obra arrase en los premios de un año o que en premios diferentes se concedan los galardones a textos diferentes. Está en la esencia de la literatura la recepción plural de la literatura, las lecturas diferentes que se producen ante una misma obra.

Frente a la paradoja que se produce en esa situación, más de una persona me ha preguntado qué pasa, o por qué pasa eso. Por qué lo que es visible para un jurado para otro no lo es.

Pueden acercarse algunas opiniones. La obra literaria es un artefacto hecho con palabras, pero éstas pueden no significar lo mismo a personas distintas, o mejor dicho, a la vez que es un artefacto hecho con palabras es también una comunicación que se produce en una sociedad que mantiene unos valores. Se inserta en un proceso cultural, que depende de factores psicológicos y culturales, de forma que la obra literaria se convierte en signo cultural.

Y la sociedad lectora, o la parte de la sociedad lectora, opina y valora de acuerdo a esos patrones culturales. En literaturas pequeñas sucede que los valores épicos -aquellos que tienen que ver con la lucha y las hazañas- suelen preferirse a los valores lúdicos, y esta novela de Unai Elorriaga se define en su juego, en su naturalidad, en la expresión sutil de una escritura pendiente de su valor simbólico.

Por último, cada vez me convence más la opinión de que la valoración de la obra literaria depende de la estima o de la estimación que haga surgir en el público lector. Por lo que me han contado algunos amigos, éste es un relato o que no se acaba y se deja o que produce lectores tenaces, lectores rendidos al texto. Debe citarse que tiró tres ediciones en apenas cinco meses.

En la estimación de la novela puede contarse el carácter fragmentario del texto y, además, su tono epifánico, es decir, cada frase, cada conversación puede envolver un mundo de sugerencias, la exploración de lo mínimo, de un arte pobre, una red de símbolos, una creación de sentimientos, en un mundo narrativo donde los personajes muestran muy buenas intenciones: la creencia en la ilusión y la utopía, la búsqueda de la solidaridad, el diálogo intergeneracional.

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Puede teorizarse sobre la presencia del carácter épico o lúdico de la obra literaria, pero luego, lo cierto es que cuando llega la experiencia lectora, uno se queda sólo ante las letras con su capacidad, su educación, su historia, sus gustos, sus expectativas y decide si lo que leyó le gustó o no.

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