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LA CRÓNICA
Columna
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Agua para hoy y sed para mañana

Al PP solo le ha faltado el cañón Bertha para colmar la exhibición de poderío que ha desplegado esta semana en tierras valencianas con el inequívoco propósito de promover la candidatura de Francisco Camps a la Generalitat. A la estela del congreso del partido, clausurado el domingo pasado, la Comunidad se ha convertido en una pasarela de ministros y en púlpito de promesas felicitarias. Se ha colocado el primer sillar del megapuerto de Sagunto y la primera traviesa del AVE. Es previsible que el segundo sillar y traviesa se añadan en la próxima primavera, en el momento más cálido del zafarrancho electoral. Cada cosa a su tiempo, sin pausa y cuando convenga. La lluvia fina que gusta al Gobierno combina con habilidad los gestos promisorios con los consumados y exprime informativamente por igual a ambos, que de eso se trata.

El programa de festejos, como es sabido, ha sido muy denso y tan variado que, por cálculo o chamba, ha incluido una Cumbre Hispano-Portuguesa de la que no alcanzamos ver en qué nos concierne ni qué bola y dividendo puede tocar el candidato en rodaje. Gran puesta en escena, decimos, de cuya espectacularidad nos parece un episodio singular el énfasis puesto por el presidente José María Aznar en el Plan Hidrológico Nacional, previsiblemente convertido en la pieza medular de la inminente campaña electoral. Lo que tampoco ha de sorprendernos, dado el turbión de expectativas utilitarias y emociones que alienta por estos pagos, así como su presunta idoneidad para vertebrar las tierras y los hombres de España, al decir del mentado líder.

Es obvio que cuestionar el PHN puede ser de lo más impopular y hasta temerario si no se dispone de los argumentos técnicos adecuados. El alicantino Julio de España, tan experto, asegura que sería políticamente suicida. En consecuencia, no reputaremos este proyecto como una sarta de mentiras convenientemente empaquetadas para disimular un fardo de intereses hidráulicos y empresariales. No lo diremos, ni siquiera nos pronunciaremos contra el propósito que anima esta magna obra de arraigo más que secular. A la postre, siempre habrá que darle de beber al sediento y repartir los recursos que la naturaleza nos ha otorgado, aún cuando el trasvase Tajo-Segura en servicio haya sido, todo a la vez, una frustración y un prodigio de megalomanía por las esperanzas que propició y los leves caudales que transporta.

Queremos decir que el Gobierno habrá de razonar mejor -y eludiendo los asertos demagógicos- cómo fundamenta este despliegue de ingeniería, cemento y millones de euros que anuncia prodigar. Cómo razona, en fin, de dónde van a salir los excedentes de agua que los donantes potenciales niegan poseer; cuál será su calidad, que se augura de mediocre a peor; qué necesidades cubrirá, siendo así que hay miles y miles de hectáreas recientemente transformadas a la espera del maná; durante cuánto tiempo, a quienes beneficiará y a quienes damnificará, por no hablar del estropicio ecológico. Sí, ecológico, pues hay indicios bastantes para creer que el delta del Ebro puede resultar irreversiblemente dañado, y el Júcar convertido en una pestilencia como ya lo es el Segura si ha de alimentar el Vinalopó, y las playas también, ayunas de los aportes necesarios, y L'Albufera, y las reservas naturales de Bicorp y el macizo del Caroig...

Podrán argüir que se han previsto muchos de esos riesgos y estudiado las soluciones pertinentes, lo que nos gustaría verificar mediante un debate abierto y cualificado entre los postulantes de una nueva (que en definitiva es la de siempre) cultura del agua y los apóstoles del PHN que vienen toreando a su aire y ante un público cautivo. Mientras no llega esa hora que el Gobierno rehuye, el espectáculo deprimente de los ríos valencianos seguirá sumiéndonos en el escepticismo y la desconfianza en un plan hidráulico que promete agua, pero que no será bastante cuando llegue, ni vertebrará a las gentes de las cuencas afectadas (de no ser como sindicato de expoliados) y dejará el país hecho una lástima de tanta herida en forma de canales, acueductos, sifones, embalses y desmontes. De lluvia fina, nada: esto es pedrisco, aunque lo llamen progreso.

A DEDO

La Concejalía de Hacienda del Ayuntamiento de Valencia no tiene empacho en admitir que casi todas las adjudicaciones las efectúa a dedo. Nada de publicidad, competencia y concurrencia. La ley, para el adversario. 'Agiliza los trámites', declaró el edil responsable. ¡Y tanto! Los agiliza, los orienta y hasta puede beneficiar de una tacada a varios clientes. Basta con dividir el pastel en porciones y regalar un quesito a cada amigo. Muy hábil. Pero esto no es propio de una corporación pública y, además, es sancionable. Claro que igual estamos ante el anticipo de la privatización consistorial.

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