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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una aventura intelectual del siglo XX

Joaquín Estefanía

Hace un año se publicó en España un libro muy sugerente y divertido: El atizador de Wittgenstein (Península). A través de más de tres centenares de páginas, sus autores, David J. Edmonds y John A. Eidinow, describían un encuentro de apenas diez minutos entre dos figuras de la filosofía del siglo pasado, los vieneses Wittgenstein y Popper, que se tradujo en una discusión mítica sobre la cual se sigue hablando sesenta años después. Testigo de la misma fue otro de los grandes filósofos del periodo, Bertrand Russell.

Popper acudió al Cambridge Moral Science Club para dar una conferencia titulada ¿Existen realmente los problemas filosóficos? y su intención era, según su propia confesión, 'provocar a Wittgentein'. A fe que lo consiguió. Lo cuenta con sus propias palabras en el libro que acaba de reeditarse. Popper defendía que existen genuinos problemas filosóficos que no son meros rompecabezas que surjan del mal uso del lenguaje, tesis que más o menos proponía su oponente. 'En este punto, Wittgenstein, que estaba sentado junto al fuego y había estado jugueteando nerviosamente con el atizador, que a veces usaba como batuta de director para recalcar sus afirmaciones, me desafió: ¡ponga un ejemplo de una regla moral!, y yo repliqué: no amenazar con atizadores a los profesores visitantes. Tras lo cual Wittgenstein, en un acceso de rabia, tiró el atizador y abandonó furioso la habitación, dando un portazo'.

BÚSQUEDA SIN TÉRMINO

Karl R. Popper Traducción de Carmen García Trevijano Alianza. Madrid, 2002 252 páginas. 9,40 euros

Hay algunas contradicciones importantes entre la versión de Popper y la de los testigos de aquel enfrentamiento entrevistados por Edmonds y Eidinow. Pero eso no es lo importante de la autobiografía de Popper. Lo verdaderamente significativo es que en la misma se encuentran las claves de su filosofía y los criterios bajo los que se elaboraron dos de sus libros más discutidos, centrales en la obra científica que desarrolló: La miseria del historicismo y La sociedad abierta y sus enemigos. La teoría de la falsación, el método del ensayo y el error, la importancia que para la filosofía tienen las matemáticas y la física, su lucha contra el relativismo moral, las diferencias que establece entre las teorías científicas (las desarrolladas por Einstein) y las seudocientíficas (Marx y Freud), etcétera, están contenidas en este libro tan polémico como interesante.

En Búsqueda sin término se va siguiendo el desarrollo de este filósofo ligado al liberalismo durante su estancia en Nueva Zelanda y, sobre todo, en la London School of Economics, a la que llegó en 1946 de la mano de otro gran pope como fue Hayek. Pero también su peripecia vital e ideológica: desde el repudio a todo tipo de nacionalismos, incluido uno de los que más le podían afectar como protagonista ('todo nacionalismo o radicalismo es un mal y el nacionalismo judío no es una excepción') a su crítica al comunismo, al marxismo y al socialismo, a los que perteneció durante algún tiempo en su juventud. Es menos conocido que Popper fue comunista y que rompió con esta práctica por no compartir el hecho de que el fin justifica los medios, y con esa ideología porque el comunismo pretende estar basado en el conocimiento de las leyes del desarrollo histórico.

Popper se manifestó contra el dogmatismo y la arrogancia intelectual del marxismo. Cuando murió todavía no había caído el socialismo real. Pero en sus obras también hay abundantes ejemplos del dogmatismo y la arrogancia intelectual del liberalismo, de los que fue protagonista central callado. Ello no obsta para que sus libros y sus conferencias sean parte esencial del debate del siglo XX que todavía se extiende entre nosotros.

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