Festival de Aimar en Mestalla
Un discreto Basilea fue incapaz de parar el huracán de juego del Valencia
En el mundo puede haber en la actualidad cinco futbolistas, no más, de la talla de Aimar. Alguien que juegue tan bien y que haga que sus compañeros disfruten tanto: cinco. Y se exagera. A la imaginación y al talento desbordante del media punta argentino se agarró ayer el Valencia para barrer de Mestalla a un Basilea que venía con ganas de darse a conocer en Europa. Y vaya si se dio a conocer: se fue a casa con un saco de goles, y no hubo más porque Benítez retiró a Aimar y a Baraja para que descansaran. Tanto se empeñó Aimar en que hubiera un festival que consiguió la colaboración absoluta de quien hasta el momento había sido un enemigo irreconciliable en el campo, John Carew. Casi dos años después de dura convivencia entre ambos, por fin de pusieron de acuerdo, entraron en la misma onda y los goles cayeron por doquier: generados por la cabeza de uno y por el cuerpo del otro, o viceversa. Con 11 goles a favor y dos en contra en tres partidos, el cuadro de Benítez no alberga dudas sobre sus objetivos en esta Liga de Campeones: quiere arrasar.
VALENCIA 6| BASILEA 2
Valencia: Cañizares; Curro Torres, Ayala, Pellegrino, Fabio Aurelio; Angulo, Albelda, Baraja (Mista, m. 45), Vicente (Garrido, m. 60); Aimar (Sánchez, m. 72); y Carew. Basilea: Zuberbühler; Haas, Quennoz (Ergic, m. 62), Murat Yakin, Atouba; Barberis, Cantaluppi, Hakan Yakin, Espósito (Duruz, m. 80); Rossi y Giménez (Varela, m. 45). Goles: 1-0. M. 10. Pase corto en profundidad de Aimar a Carew, que cruza ante el portero. 2-0. M. 13. Baraja abre a la izquierda, Vicente centra y Carew cabecea picado a gol. 3-0. M. 17. Pase de Carew a Fabio Aurelio y éste marca de fuerte zurdazo. 4-0. M. 27. Centra Vicente y Baraja cabecea. 4-1. M. 47. Rossi aprovecha un rechace de Cañizares. 5-1. M. 57. Aimar, a bocajarro, tras un rechace del portero. 6-1. M. 60. Mista, a pase de Carew. 6-2. M. 90. Hakan Yakin, de vaselina. Árbitro: Bolognino (Italia). Amonestó a Ayala. Unos 30.000 espectadores en Mestalla.
Ni el rival, ni el agua, ni el frío, el Valencia se pone a jugar, impone un ritmo del demonio, y no hay nadie que se le resista. Mucho menos el Basilea, toda la revelación del torneo que se quiera, pero un conjunto suizo de toda la vida, con la evidente debilidad que ello supone. Ayer el principal adversario de los valencianos fue una lluvia fina que iba calando los huesos de los espectadores al descubierto, pero nunca el corazón de los jugadores de Benítez, que bombeaba a toda máquina. La exhibición del Valencia en la primera parte fue colosal. Mayor si cabe que la semana pasada ante el Liverpool, resultado quizás de que el adversario fuera ayer de menor entidad.
Los pequeños detalles son los que hacen a los futbolistas grandes. El pase de Aimar en el primer gol, por ejemplo. Un toquecito suave, corto, al hueco, que rompía la defensa suiza y dejaba a Carew ante su primer regalo de la noche. En otros tiempos, el gigante noruego lo habría desaprovechado, seguramente con un disparo al cuerpo del portero. Pero ahora no. Parece haber alcanzado un alto grado de madurez que le permite atreverse a encarar, a levantar la vista y a elegir el palo por donde quiere marcar. Así sucedió. Fue el pistoletazo de salida. Carew quería vivir su gran noche y fue la manera de comunicárselo a sus compañeros, dispuestos a abastecerlo desde todos lados. Desde el izquierdo el incansable Vicente, tres minutos después, con un centro enroscado para el que Carew giró el cuello en el momento justo. Segundo gol. El tercero fue un magnífico pase de Carew, sí un pase, que Fabio Aurelio convirtió en un zurdazo. Y el cuarto otro cabezazo picado, esta vez de Baraja, a un centro de Vicente. Carew también participó en el quinto (un disparo seco que remachó Aimar) y en el sexto (un pase a Mista).
La pelota no corría con plena libertad a causa de la lluvia, pero eso sólo a los suizos parecía importarles. El Valencia la movía con fluidez, clarividencia y precisión. Sobre todo, mientras Baraja y Aimar anduvieron en el campo, puesto que Benítez los reservó más tarde para la visita el domingo del Celta. El Basilea resistió la embestida ante la mirada atónita de un millar de aficionados suizos que soportaban ambas lluvias, la de goles y la de agua, con estoicismo. Al conjunto helvético el descanso le sirvió para levantar un poco el ánimo: entró Carlos Varela, descendiente de emigrantes españoles, y le dio, desde el interior derecho, un arreón a su equipo. Había sustituido al ariete Giménez, máximo goleador de la Liga helvética, que ayer advirtió de golpe cómo defiende una defensa de verdad. Pasó inadvertido, mientras que su compatriota Rossi al menos cazó el gol del honor.
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