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Columna
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Combatir la pobreza

Gracias a la permanente información de los medios de comunicación y del esfuerzo que muchas organizaciones solidarias realizan, los ciudadanos de los países ricos podemos conocer cuál es la realidad del mundo en el que vivimos. Así, podemos saber que el principal problema que hoy tiene la humanidad es la pobreza. El problema es tan constante, permanente e inmenso que, a fuerza de ver todos los días en escalofriantes imágenes o crónicas escritas el horror de la miseria en los cuerpos arrugados y desgastados de millones de hombres y mujeres y en los ojos ya sin esperanza de los niños, parece que nos hayamos inmunizado y ni siquiera perdamos el apetito aunque el informativo lo veamos mientras cenamos. Es triste, dramático y cruel pensar que el mundo sigue girando cada día como si nada pasara: como si no murieran miles de personas al día por culpa de la pobreza y la miseria.

Pero los datos están ahí y tozudamente se empeñan en recordarnos hacia dónde evoluciona el mundo. En 1960, el 20% de la población mundial que vivía en los países más ricos tenía 30 veces los ingresos del 20% más pobre. En 1995, era 82 veces más. En la actualidad, las 225 personas más ricas del mundo poseen bienes que equivalen al ingreso anual del 47% de la población más pobre del planeta, es decir, 2.500 millones de personas. Es decir, las diferencias se agrandan y aumentan las desigualdades entre los países ricos y pobres; cada vez, los ricos son menos pero más ricos, y los pobres son más y también más pobres. ¿Ese es el camino hacia el que queremos seguir andando?

La miopía política y el egoísmo económico nos están llevando a un camino sin salida en el cual seguirán muriendo diariamente miles de personas, mientras los afortunados entramos en una etapa de miedo e inseguridad. Porque la pobreza se da hoy en dos campos distintos, aunque lógicamente interrelacionados:

Por un lado, la verdadera pobreza y miseria se da en los países pobres y en desarrollo donde vemos que no se respetan los derechos humanos, donde la explotación laboral es el pan de cada día (incluyendo la explotación laboral infantil), donde la desnutrición corroe a prácticamente el total de la población... y donde la vida no vale nada.

Por otro lado, en los países ricos surge una nueva clase social: los nuevos pobres. Se les llama el Cuarto Mundo y se componen de inmigrantes que vienen buscando una oportunidad de vida, y de la población más vulnerable de nuestras sociedades.

Ante esta situación, sería lógico pensar que hay que ayudar y que para eso están las políticas sociales, la cooperación y la solidaridad. Pero lamentablemente, las decisiones de los gobiernos caminan en sentido diferente. La ayuda oficial al desarrollo que aportan los países ricos se ha reducido en un 20% desde 1990 a 2001, retrocediendo a cifras que están en torno al 0,20% del PIB, llegando a la ridícula e insultante aportación de EE UU que está actualmente en el 0,10% del PIB. En la cumbre de Barcelona de marzo de 2002 se acordó fijar la cantidad del 0,39% para el año 2006, cuando en los años 90, Europa ya contribuía con el 0,40%. La realidad de estas cifras lo que indican es que los países ricos no entienden ni quieren todavía solucionar este problema; y mientras, miles de personas seguirán muriendo.

Por otra parte, las políticas sociales nacionales no caminan en mejor sentido. España, bajo el gobierno conservador de Aznar, ha disminuido el presupuesto de gastos sociales pasando del 24,4% del PIB que había en 1993 al 20% actual, y seguramente seguirá retrocediendo.

El problema de la pobreza nos rebota como una pelota: los países pobres, endeudados y sin recursos, cada vez son más pobres y tienen menos esperanza de sobrevivir (hemos condenado al olvido a continentes enteros como África); cuando no hay salida, la gente decide inmigrar al paraíso de los ricos; los ricos sentimos miedo y agobio, y se generan tensiones sociales; al mismo tiempo, los inmigrantes luchan con los pobres de nuestros países por una oportunidad. Porque la realidad es que la inmigración a quien afecta es a las clases inferiores. Y mientras, hay ricos que se hacen más ricos explotando la miseria y la pobreza de los abandonados por el sistema.

A esta situación, hay que darle un vuelco radical. Es necesario crear un nuevo orden internacional, cuya prioridad sea combatir la pobreza. Y no hay política conservadora capaz de hacerlo. El reto corresponde a la izquierda. Porque no todo tiene precio ni entra en la lógica del mercado. Como dijo gráfica y sencillamente Oskar Lafontaine: 'El corazón no cotiza en bolsa, pero sí tiene un lugar. Late a la izquierda'.

Ana Noguera es miembro del Comité Federal del PSOE.

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