'Mimo a mi papá' (Bush)
Si alguien resulta más esperpéntico que míster Bush, es míster Aznar: su posición genuflexa produce sonrojo y serias dudas acerca de una democracia enajenada al ejecutivo y engrasada para centrifugar cualquier intento de participación crítica, en asuntos que a todos nos conciernen. Uno y otro, exhiben un desprecio olímpico por la ciudadanía, y cocean los intereses generales, nutriéndose en los escombros de la providencia, del imperio, de la civilización y de la biblia en pasta. Míster Bush es un pirado de alto riesgo, que no tiene empacho en arrasar países y multitudes inermes, en el nombre del bien, que es su patrimonio, contra el mal, que ahora transfiere del esfumado Bin Laden a Sadam Husein. Después de asolar Afganistán, Bush quiere los depósitos de petróleo de Irak, con el pretexto de que Irak constituye una amenaza, con sus armas biológicas, químicas y nucleares, además de su genoma obsceno. Pretende concluir una saga familiar que dejó un rastro de víctimas inocentes en la ruta de Basora a Bagdad: hace muy poco, se podía seguir la pista de la masacre en hospitales, escuelas y ruinas, y en un batido de nafta con uranio muy pobretón, pero que aún destruye sangre y vísceras.
Para llevar a término la hazaña, la Administración Bush, cuenta con la complicidad de Blair, y con la sumisión de Berlusconi y Aznar. La comunidad internacional se muestra, de momento, más sensata y cauta. Bush, a quien se le han levantado incluso algunos de sus congresistas, no aporta pruebas concluyentes que justifiquen (¿) ninguna otra matanza de ese calibre. Pero resulta penoso que míster Aznar nos meta en una guerra, sin considerar que constitucionalmente su poder emana de la soberanía popular. Míster Aznar, que ignora al Parlamento, ya ha conseguido la estatura del inquisidor y un aliento de cloratita, que echa de espaldas. Sólo suplica una señal a su señor. Y su señor, por fin, ha balbuceado: Yo mimo a mi papá. Tan lapidario y tierno, como patético, pero lo bastante para que míster Aznar le haga de felpudo.
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