_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Utopía

U-topos: ningún lugar. En las obras de ficción solía decirse que pasaban 'en un país imaginario', y así sabíamos que era el nuestro. Utopía se desarrolló en política para atacar al partido o grupo que imaginaba un mundo mejor. Si ahora los enemigos de la globalización dicen que 'otro mundo es posible', hay quien puede llamarles utópicos. Es un arma: condenar a alguien a lo utópico es contrariarle sin decirlo en sus propósitos.

También se puede añadir ucronía: lo que no tiene lugar tampoco tiene época. Los marxistas llamaban 'socialismo utópico' a los fundados antes que el suyo, al que llamaban 'científico': es decir, con garantías de realización. Han resultado utópicos los dos. El primero ya adopta otro nombre, socialdemocracia, y una política un poco más abierta que la del conservador, teniendo en cuenta que el conservador es también utópico: Aznar, por ejemplo, nunca podrá hacer lo que sueña, y menos en el plazo que ha puesto hasta su abandono; y sus sucesores no son lo mismo, o no van a ganar, o no tienen ninguna clase de utopía que no sea gobernar como salga. Los marxistas han resultado utópicos: sus ensayos de régimen, desde la 'patria del proletariado', Rusia, hasta los restos que van quedando, no han podido instalar sus regímenes eternos. Dígase que se lo han impedido los otros, que la guerra fría empezó en 1917, y el cerco, y todo lo demás: pero su ciencia no ha podido salir adelante.

Pero hay algunas formas de utopía que han llegado. Son las de los antiguos combatientes de todos los socialismos y todos los anarquismos, que ahora realizan sus enemigos. Digo, la anulación del servicio militar. O el amor libre, y el aborto. La caída de las religiones obligatorias -hablo de España, no de Marruecos- y la libertad de manifestación y la de expresión. La utopía autonómica, que ya parece corta a quienes la pedían. La lucha de Aznar y sus doce tribus consiste en reducir, cortar las utopías. Volver al nacionalcatolicismo, al orden y a los principios fundamentales. No puede, ya se ve: como no puede Bush, que puede deshacer Afganistán, lo hará con Irak, es igual: todo eso no significa nada. Ni siquiera unos millones de habitantes / mendigos asesinados suponen nada en la demografía del mundo, ni en su desequilibrio económico.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_