La Real Sociedad rentabiliza su fútbol inconsciente

Instalada en una dinámica vertiginosa, la Real Sociedad se ha encaramado hasta la cima de la tabla con un fútbol descarnado, tan valiente como inconsciente pero, de momento, terriblemente rentable. Con trece goles a favor y ocho en contra, el conjunto de Denoueix se ha acostumbrado a vivir al borde de la fractura, una postura que parece divertirle y que ayer amargó a Osasuna.

Diga lo que diga el marcador, el Osasuna-Real sólo conoció espasmos vibrantes (los goles) y se resumió mayoritariamente en una cita asfixiada y arrítmica. Osasuna hizo todo lo que sabe, pero su repertorio está condenado a plegarse ante rivales dotados de su mismo empeño y un poco más agraciados. Fue el caso de la Real, menos dinámica y rápida de lo habitual pero con recursos suficientes como para desatascar las citas trabadas.

Osasuna es un equipo que no tiene piedad con el físico del rival. Sin más patadas de las necesarias, el conjunto navarro, gane o pierda, agota al contrincante, le obliga a exprimirse para sacar su mejor fútbol. Con Osasuna, los partidos son como pulsos, apretados y sudorosos. La Real no supo esquivar en la primera parte la carga navarra, tan previsible como incómoda: presión, pulmón y el balón para Gancedo, que piense porque para algo es el cerebro del equipo. Sin embargo, no fue un partido de ideas. Más bien de chirridos. El único pase inteligente de la primera mitad concedió un gol a la Real, firmado por Nihat pero cocinado por Xabi Alonso.Después, Alonso, como el resto de los centrocampistas del partido, se sumió a la brega en el incómodo atasco del círculo central. Sin juego por las bandas ni velocidad, la Real no intimida y, además, acaba por creerse inferior. Así, con un penalti y una pifia en la retaguardia, los donostiarras perdían el partido al cuarto de hora de la segunda mitad. Osasuna seguía corriendo y celebrada su increíble efectividad, una combinación redonda para un equipo limitado pero honesto.

Curiosamente, la desventaja desatascó a los donostiarras, que recuperaron el toque y el buen gusto. Así, el juego basculó desde la montonera central hasta el área de Osasuna, que ya sólo corría, soportando en la cuerda floja el chaparrón y la puntilla, cosa de Khokhlov.