Europa se alía contra el terror
Luxemburgo acoge un congreso sobre el papel de las autoridades locales frente al terrorismo
'Sin seguridad no hay libertad, y sin derechos humanos tampoco'. El Consejo de Europa asumió como propia esa frase del ministro de Justicia de Luxemburgo, Luc Frieden, con la que cerró el congreso celebrado en esa ciudad sobre el papel de las autoridades locales en la lucha contra el terrorismo. Unos 250 participantes de 27 países de Europa 'deploraron', aunque sin citar a ETA, el elevado número de víctimas que ha generado el terror en el Viejo Continente, 'incluso entre munícipes elegidos por el pueblo'.
Muy cerca de Schengen, la pequeña localidad luxemburguesa que dio nombre a los acuerdos de apertura de fronteras de varios países de la UE, el Consejo de Europa recomendó a los estados que hagan circular la información policial hasta los ayuntamientos 'con el concepto de colaboración más que de subordinación', para que los resultados mejoren en la lucha contra toda clase de terrorismo, religioso, político o cultural. Representantes rusos, sicilianos, vascos, franceses o alemanes se comprometieron en la puesta en marcha de una red de ayuntamientos afectados por este problema, mientras que los bosnios reclamaron ayuda para impulsar sus maltrechos pueblos tras la guerra.
El congreso mostró el gran mosaico de Europa, en el que los problemas de las autoridades policiales de Amsterdam se centran en tráficos ilegales de todo tipo y están alejadas de las de Frankfurt, donde la inmigración está generando problemas de integración social que preocupan a sus cuerpos policiales y sociales. En Grecia preocupa la violencia en el deporte; en Moscú, el terrorismo checheno y las mafias; en Roma y Sicilia, las secuelas de la mafia tradicional; en Euskadi, la violencia de ETA y sus acólitos.
El hemiciclo del Consejo de Europa semejaba una torre de Babel. Había 12 cabinas de traducción y dos traductores por cabina trabajando a destajo. Y tantos idiomas como problemas. Ante semejante mosaico, la resolución final -no vinculante para los estados- fue muy genérica, pero planteó como objetivo la búsqueda de la integración religiosa, política y cultural como uno de los grandes retos para evitar que bolsas de marginación puedan dar lugar a fenómenos de violencia organizada. Además situó a la información policial en el primer lugar de las demandas de las autoridades locales para conseguir esos objetivos y así poder mantener la seguridad, un factor determiante de la libertad, desde el más estricto respeto a los derechos humanos.
El documento final, que no contiene ninguna referencia explítica a terrorismos concretos o a sus siglas, sí reclama mayor financiación de las instituciones europeas para poder prevenir y actuar en contra de la violencia, sin necesidad de 'elaborar legislaciones discriminatorias' o tener que 'prolongar discriminatoriamente las detenciones de presuntos terroristas'.
Tras una llamada urgente a la colaboración -'no subordinación'- de las fuerzas y cuerpos de seguridad de cada Estado con los niveles municipales, el Consejo de Europa apuesta por un concepto 'global' de seguridad en la que las responsabilidades y las cadenas de mando estén perfectramente establecidas para evitar duplicidades, y conseguir la máxima efectividad.
Esa recomendación la hizo el que fuera máximo responsable de los servicios de rescate de Nueva York durante el 11-S, Joe Lotha, cuya intervención fue seguida desde uno de los escaños por el mandatario del Ducado, el Gran Duque Henri de Luxemburgo. De hecho, la intervención de Lotha dio lugar a una reflexión del secretario general del Consejo, Walter Schwimmer, para quien el 11-S, además de un desastre y un drama que ha cambiado la faz de Nueva York, 'ha abierto los ojos de Europa, ante la evolución de los fenómenos de terrorismo y crimen organizado. Un problema muy grave, pero que tiene poco concienciados a los pueblos de Europa que no la sufren'. El Consejo va a impulsar un congreso sobre los jóvenes ante el terrorismo.
La llamada de Sarajevo
El alcalde de Sarajevo, la capital de Bosnia, el socialista Muhidin Hamamdzic, hizo un llamamiento internacional a todos los dirigentes europeos para que ayuden a la normalización del país balcánico tras la guerra que dejó maltrecha su economía. Hamamdzic pidió ayuda de manera expresa con un pueblo que sufrió directamente las consecuencias del nacionalismo etnicista de Milosevic y ofreció mano de obra cualificada y terrenos para la entrada de capitales extranjeros y firmas multinacionales. En Bosnia el salario medio es de 200 euros, y las cifras oficiales de paro hablan de una tasa del 50%. El nivel de los precios está bastante por encima de los salarios. El propio alcalde, profesor de Fisiología de la Universidad de Sarajevo, explicó en un círculo más reducido que su salario no llega a las 100.000 pesetas mensuales y está por encima de la media.
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