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COYUNTURA INTERNACIONAL

El petróleo amenaza la economía

El barril roza los 30 dólares y dispara las alarmas en los países consumidores

Fernando Gualdoni

El precio del petróleo llegó a los 30 dólares durante la semana pasada, un máximo de año y medio, y las situación ya ha disparado las alarmas entre los Gobiernos de los países industrializados. En plena crisis económica, un alto precio del crudo es lo que menos se necesita. La amenaza de una guerra en Irak empeora las cosas y los países exportadores han adoptado la política de esperar y ver.

La situación en el mercado es de máxima volatilidad, mucho mayor de la que habitualmente soporta. La cotización del barril se ha disparado más de un 40% en lo que va de año y en la última semana rozó los 30 dólares. La última vez que estuvo a ese precio de forma estable fue a mediados de 2000, la época en que se vivieron manifestaciones en toda Europa por la escalada de los carburantes y en la que los Gobiernos de los países consumidores, como España, perdieron el control sobre la inflación. El peligro de que eso se repita en lo últimos meses de este año está a la vuelta de la esquina.

La producción, en principio, no es un problema. A pesar de que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) mantiene su nivel de extracción en un mínimo de 11 años, en 21,7 millones de barriles diarios, en la realidad están produciendo en torno a 23,5 millones, sin contar a Irak, que extrae 1,5 millones más. Sin embargo, la demanda está creciendo más acelaradamente que el suministro. En agosto pasado, el mundo demandó 78,6 millones de barriles diarios y se produjeron sólo 76,7 millones.

La razón de la fuerte demanda no es el crecimiento económico mundial. Muy por el contrario, hay una crisis que frena el consumo. Quienes están realmente demandando crudo son las compañías petroleras y los Gobiernos. La empresas están comprando ante la expectativa de que esta tensión prebélica entre EE UU e Irak se alargue y también porque si estalla el conflicto se teme que pueda haber una interrupción del suministro. Las petroleras compran pensando que el precio subirá.

Los Gobiernos de los países consumidores, y en especial el estadounidense, se preparan para una guerra y lo que no puede faltar ante la previsión de un conflicto es justamente petróleo. Sólo un gran despliegue de tropas, sin que éstas lleguen a entrar en acción, supone un importante aumento del consumo de derivados del crudo. En los demás países, como los europeos, tanto los Gobiernos como las petroleras intentan mantener sus reservas al máximo.

La OPEP, mientras tanto, se ha decantado por la política de 'esperar y ver'. Los 10 miembros de la organización (son 11, pero Irak no participa de las decisiones) que determinan si hay que poner más crudo en el mercado creen que ahora más petróleo no hace falta, debido a que hay una crisis económica. Los altos precios los achacan a movimientos especulativos y de aumento de reservas por parte de las petroleras a raíz de la proximidad de una guerra en el corazón de Oriente Próximo, la zona petrolera del mundo por excelencia. La OPEP también ha afirmado que si se produce el conflicto y hay una interrupción del suministro aumentará su producción inmediatamente.

Esta afirmación no ha tranquilizado al mercado, porque creen que la mayoría de los países de la OPEP, excepto Arabia Saudí y, en menor medida, Libia y Argelia, están al máximo de capacidad de producción. Por otra parte, Rusia, el gran exportador, ya ha anunciado que deberá reducir sus exportaciones porque crecerá el consumo interno. Sin embargo, los expertos creen que ese recorte se debe a que la producción de Rusia también está al máximo. Hoy todo apunta a que el crudo se mantendrá rozando los 30 dólares, por lo menos hasta febrero, fecha para la que se espera el ataque de EE UU contra Irak. También se prevé un aumento considerable de los carburantes.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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