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Columna
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Día 1

La culpa es mía por hablar de política con demasiada frecuencia. Mucho hablar, dicen, pero de lejos. ¿A que no te atreves a experimentar en vivo los tres días completos del Congreso del Partido Popular? El desafío es tentador porque las arengas me electrizan, como decía uno de mis clásicos. Así que aquí me tienen, dispuesto a todo. Al fin y al cabo, lo peor que puede ocurrir es que me deprima y eso tiene arreglo.

De todas formas, tomo precauciones. Al margen de tomar un tranquilizante, lo primero que hago es entrar en la página Internet del Congreso (ppcv.org) para mirar lo que me espera. Primera sorpresa. Está bien hecha, es ágil, la actualizan con todo lo que está sucediendo al momento y no meten en el ordenador esos animalitos llamados cookies que espían tus manías y preferencias. El diseño es un cuaderno azul, como el de Aznar pero sin sorpresas, porque aquí se sabe perfectamente que el sucesor es Camps. Está claro que si no soporto el cuerpo a cuerpo, seguiré la misa congresual por Internet. El menú de hoy es Rita Barberá, Camps, Zaplana y Aznar. El postre, ni mirarlo.

Rita dice que está acatarrada y se le entiende poco. Pero enseña un fax que acaba de recibir con los presupuestos de la ciudad o algo así, hace un gracioso movimiento de muñeca y se despliega hasta el suelo y más allá. Aplausos. Sólo falta que salga el perrito de la tele desenrollando el papel por toda la sala para demostrar su consistencia.

Camps lee bien, pero sin gracia. Cuando pronuncia una frase, el énfasis que la acompaña llega tarde, como si la recibiera vía satélite. La pantalla del escenario alterna su efigie con las frases centrales de su discurso, así la gente anticipa y se alboroza cuando la pronuncia. Buena técnica. A los nueve minutos, en el momento que dice que Valencia va bien, suena una música ensordecedora, los aplausos se desgarran, todo el mundo se levanta. Camps sonríe satisfecho y parece pensar: ¡Dios mío, tengo un poder! Lamentablemente no es eso, es que aparecen por el fondo de la sala Aznar, Trillo, Zaplana, Olivas y el resto de la comitiva.

En el turno de Zaplana todo va bien. Desenvuelto, seguro y profesional, como siempre. Pero tiene una sorpresa. Un vídeo que recorre toda la vida política de Aznar, bien montado, buena música y con el ritmo emocional adecuado. Nadie lo sabía, totalmente fuera del guión. Era como el vídeo que le ponemos al abuelito cuando cumple los ochenta, esta es su vida. O al catedrático que se retira y hacemos méritos para ocupar su sillón. El calor emocional de la sala está al máximo. Parece que nadie se da cuenta de lo que está pasando. Lo está jubilando. El candidato Zaplana está jubilando a Aznar en su propia plaza. Grandioso espectáculo, jugada maestra. Podré contar que, aquel día, yo estuve allí.

Cierra Aznar. Parece atrapado, de momento, en las redes. Se arrepiente, por exceso de prudencia, de no haber pensado antes en Zaplana. Luego viene España, los presupuestos, Europa, los nacionalismos y los principios. Suena un poco a telediario. Es hora de retirarse, pero con prudencia, sin molestar a nadie.

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La primera jornada estuvo dedicada al candidato Zaplana. Supongo que mañana le tocará a Camps. Ya les contaré.

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