La policía da el golpe
1.200 agentes velarán por la seguridad en el torneo y los jugadores serán escoltados
Las 9.30 de ayer. A-446 North, la carretera secundaria entre Birmingham y Sutton Coldfield. Cerca ya de esta ciudad se halla The Belfry, el escenario de la Copa Ryder, aplazada de 2001 a 2002 por los atentados terroristas del 11-S en Nueva York y Washington. Un gran panel anuncia que está cortada. Sólo se permite la circulación a los coches oficiales del torneo y los autobuses de la prensa y, del viernes al domingo, cuando las bolas vuelen, de los aficionados. Apenas 200 metros después de enfilarla surge el primer control policial: un coche patrulla y dos motoristas.
Vía libre. Enseguida se llega al club, pero todavía da tiempo a cruzarse con otro par de esos motoristas que ruedan de forma constante, día y noche, por el perímetro exterior del campo. En la puerta principal, como en las demás, decenas de agentes. Y unos metros más allá, imponentemente altos, disuasoriamente armados con ametralladoras, dos miembros de las fuerzas de élite de Warwickshire con el dedo en el gatillo -varias parejas más están distribuidas por el interior de modo estratégico-. Por fin, los rayos X para los bártulos y el arco detector de metales para las personas. Uno deposita con cuidado sus monedas, sus llaves..., en la bolsita de plástico al efecto. Pero, como suele suceder, la alarma suena a su paso y es cacheado. La hebilla del cinturón le ha delatado.
Estrechamente vigilados, estrechamente protegidos. Ésa es la sensación que el dispositivo de seguridad pretende conseguir. Se trata de que a nadie se le ocurra siquiera pensar en la posibilidad de una acción criminal aprovechando la proyección mundial de la competición -televisada a 42 países, entre ellos por primera vez China y los del Este de Europa; a 652 millones de hogares- y la presencia de los golfistas estadounidenses.
Recuérdese que la suspensión de la cita de doce meses atrás se produjo por la negativa de éstos, que argumentaron 'no sentirse seguros en territorio extranjero' en aquellas trágicas circunstancias, a cruzar el Atlántico. Pero es que ahora su país y, por extensión, sus aliados tienen abierto otro conflicto bélico con Irak. Uno, Scott Verplank, en el nombre de todos, lo ha dejado claro: 'A la primera bomba, nos volvemos a casa'. Pero, de momento, su capitán, Curtis Strange, dice que están 'tranquilos'. Alojados, como sus rivales, entre ellos Sergio García, en el hotel del propio The Belfry, no les afecta el cerco policial: 'Por desgracia, es necesario. Los norteamericanos nos hemos debido acostumbrar desde hace años a que nos envuelva', dice.
Como se han tenido que acostumbrar los empleados del club desde hace meses a una inspección rigurosa, perros incluidos, de las instalaciones y los 18 hoyos del recorrido. Nada podía quedar al azar. Y nada puede pasarse por alto. Por eso unos 1.200 agentes, muchísimos de paisano, mezclados con el público, han sido movilizados esta semana. Nunca se había visto algo parecido en el golf británico. Aparte de las medidas ya reseñadas, se ha montado un circuito de televisión y, cerrado el espacio a los vuelos comerciales.
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