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La crisis económica eleva a 33 millones el número de pobres en EE UU

El hambre ha aumentado en Estados Unidos. Hay más pobreza, más pobres (32,9 millones de un total de 142) y la clase media gana menos a causa del empeoramiento de la economía y los cientos de miles de despidos. El cambio reflejado en las estadísticas del año 2001, dadas a conocer esta semana por la Oficina del Censo, afecta sobre todo a los anglosajones blancos y a los asiáticos de clase media acomodada. Los negros y los hispanos no lo han notado tanto porque ya estaban en la escala más baja de ingresos y la mayoría se ha mantenido en ese nivel.

La últimas cifras revelan que el año pasado el número de pobres se elevó a 32,9 millones, 1,3 millones más que el año anterior, de los cuales 13,4 millones rozan la mendicidad. En el baremo estadounidense se considera pobre una familia de cuatro personas cuyos ingresos no superen los 18.104 dólares al año, 11.569 dólares anuales para una pareja y 9.039 dólares para un soltero.

Al índice de pobreza se suma además la pérdida de poder adquisitivo de la clase media en un 2,2% con respecto al año anterior. El salario promedio de esta categoría es de 42.228 dólares, y ha decrecido por primera vez en la última década. En suma, los pobres han seguido siendo pobres y los ricos, ricos (con unos ingresos promedio de 260.464 dólares); la clase media es la que ha parado el golpe de la recesión. Los ingresos de la clase media cayeron por primera vez desde el fin de la última recesión en 1991.

Las mujeres han sido las únicas que se han salvado del descenso salarial. Sus sueldos han experimentado un incremento del 3,5% y se sitúan como promedio en 29.215 dólares. De los 32,9 millones de norteamericanos por debajo del nivel de pobreza, 11,7 millones son menores de 18 años y 3,4 millones son ancianos.

Mientras los desfavorecidos tratan de llegar a fin de mes, los políticos ya se pusieron ayer a utilizar las estadísticas (y a manipularlas) como una pelota de ping-pong electoral, de cara a los cruciales comicios de noviembre en el Congreso. Los republicanos dicen que es el legado de la presidencia de Bill Clinton y los demócratas responsabilizan a George Bush. En juego está el control de ambas cámaras legislativas, pero sobre todo del Senado, donde los republicanos sólo necesitan un voto para tener mayoría, como ya tienen por un margen más cómodo en la Cámara de representantes.

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