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Reportaje:

El congreso de Zaplana

La influencia del ex presidente de la Generalitat relega al candidato del PP y difumina su perfil

El aparato del Partido Popular en la Comunidad Valenciana trabaja en clave electoral desde el inicio de la legislatura y apura la presión a nueve meses de las elecciones. Pero el rugido de la máquina que conduce el ex presidente de la Generalitat Eduardo Zaplana es tan poderoso que Francisco Camps, el protagonista de la cita electoral de la próxima primavera, ocupa un sorprendente papel secundario, al menos, hasta finales del mes de octubre, en el guión diseñado desde que a principios del verano fue designado como candidato.

El congreso regional que celebra el PP de la Comunidad Valenciana el próximo fin de semana tiene tres protagonistas de cara a la galería. José María Aznar robará todos los planos en la primera jornada, el viernes. Mariano Rajoy, vicepresidente primero del Gobierno y uno de los tres vicesecretarios nacionales del partido, será el objetivo de los focos en la clausura del congreso, el domingo. Zaplana será protagonista el sábado. El presidente regional desgranará ante los compromisarios los éxitos de su gestión pasada al frente del partido para recabar su apoyo y acometer un nuevo mandato al frente de la organización. Y todos saben que ejercerá, porque el futuro de Zaplana en Madrid está en relación directa con los resultados electorales de las próximas elecciones autonómicas.

Camps no puede desmarcarse de su valedor hasta que no sea proclamado

Camps será nombrado secretario general, pero no le corresponde presentar ponencias, no sería prudente que defendiera enmiendas de calado y apenas le corresponde sentarse en la mesa junto a Zaplana en el acto de cierre.

El disciplinado aspirante a la presidencia de la Generalitat ni siquiera será proclamado oficialmente como candidato. Corresponde a la junta directiva nacional designar oficialmente a todos los candidatos autonómicos en una reunión prevista para finales de octubre o principios de noviembre, una vez analizados los resultados de las encuestas más recientes.

La mano de Zaplana tocó a Camps el pasado 9 de junio, cuando una apresurada junta directiva regional le aclamó como candidato en mayo de 2003. Camps acababa de ocupar la Delegación del Gobierno en la Comunidad Valenciana, un puesto incómodo donde es difícil lucirse y muy fácil convertirse en blanco de severas críticas. La creciente inseguridad ciudadana y la serie de acciones terroristas registradas en territorio valenciano durante el pasado verano han sido cargas que el aspirante popular a la Generalitat ha arrastrado hasta que Juan Cotino asumió el relevo hace apenas dos semanas. Pero la situación de Camps sigue siendo incómoda.

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La potencia de la máquina electoral del Partido Popular se aprecia también en el ámbito institucional. El Consell, que desde la marcha de Eduardo Zaplana a Madrid para ocupar el Ministerio de Trabajo ocupa José Luis Olivas, ha remitido a las Cortes Valencianas un auténtico aluvión de proyectos de ley que coparán la actividad parlamentaria hasta el final de la legislatura. El Consell ofrece una frenética sensación de actividad. Los representantes de casi todos los departamentos del Gobierno autonómico disfrutarán de un momento de gloria cuando sometan sus iniciativas legislativas al aplauso de la mayoría absoluta de la que el PP disfruta en las Cortes. El número de proyectos en tramitación y el afán de protagonismo de los consejeros es tal que el Gobierno autonómico estudia la posibilidad de solicitar a las Cortes que habiliten el mes de enero y suspendan las habituales vacaciones parlamentarias.

Además, el frenesí legislativo relega las interpelaciones formuladas por la oposición. Una norma no escrita establece que el debate de textos legales tiene prioridad sobre el control parlamentario al Gobierno. Pero Camps no tiene voz ni voto en las Cortes Valencianas y no podrá beneficiarse de esa plataforma.

Una fuente del partido sugiere que conviene salvaguardar al candidato para evitar que 'se queme' en una campaña demasiado larga. Y esa prudencia tiene también una vertiente interna. Camps no puede desmarcarse de su valedor hasta que haya sido proclamado candidato oficialmente, porque el joven aspirante podría despertar celos entre algunos de sus correligionarios. Sin embargo, otros advierten de que la presencia de Zaplana, poderosa incluso en la distancia, puede resultar perjudicial porque difumina el perfil que requiere un candidato llamado a renovar la mayoría absoluta de los populares en las Cortes Valencianas.

Zaplana celebra su congreso el próximo fin de semana. Falta comprobar cuándo será capaz de ceder la tutela que ejerce sobre Camps.

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