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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dos viajes del Medievo

¡Excelente idea la de reunir en un mismo volumen los dos más famosos relatos de viajes fantásticos del Medievo! Primero, El viaje de San Brandán, compuesto a comienzos del siglo XII por un fraile llamado Benedeit; en segundo lugar, El libro de las maravillas del mundo, de Jehan de Mandeville, escrito hacia 1356.

Ambos libros pertenecen al mismo género, aunque el estilo, a siglo y medio de distancia, difiera notablemente. Ambos suscitaron en sus lectores crédulos inmensa admiración por los prodigiosos y exóticos mirabilia explorados por sus audaces viajeros. El uno, del alto Medievo, narra las milagrosas aventuras marineras del monje irlandés Brandán, errabundo en su barquichuelo por el misterioso océano occidental tan pródigo en ínsulas extrañas -ahí andan la isla-pez, ya conocida de Sindbad, y la isla de los pájaros-ángeles, por ejemplo-, y bestias monstruosas, como grifos y dragones. El intrépido y piadoso Brandán costea incluso el humoso Infierno y penetra al final en el Paraíso terrenal, guiado por un ángel, para regresar luego a los siete años de erranzas por ese mar fabuloso.

LIBROS DE MARAVILLAS

Benedeit y Jehan de Mandeville Traducción de Marie José Lemarchand Siruela, 2002 315 páginas. 19,50 euros

Jehan de Mandeville escribe su libro a mediados del siglo XIV -algunos decenios después de que Marco Polo relatara su viaje a China-, y ofrece un texto mucho más complejo de las mil maravillas del Oriente, el Ultramar asiático que afirma conocer como viajero experto de primera mano, o bien por relatos obtenidos en sus indagaciones por tierras de Ultramar. Su libro tiene dos partes: la primera sobre Tierra Santa y regiones próximas, como Egipto, y la segunda 'De las tierras que están más allá'. Podemos conceder cierto crédito, como justifica M. J. Lemarchand, a la afirmación de De Mandeville de que hizo un viaje a Tierra Santa y que muchas cosas de allí las vio con sus ojos. De las maravillas más orientales (Cathay, Persia, etcétera) habla de oídas y de lecturas. Muchos de sus monstruos y prodigios proceden de El libro de Alexandre, y de la ficticia Epístola del Preste Juan (textos de nuevo utilizados por Humberto Eco en su Baudolino). Pero no hay duda de que De Mandeville supo zurcir con hábil encanto un estupendo repertorio fabuloso que encandiló a incontables lectores durante siglos. Entre ellos, como es sabido, a Cristóbal Colón, que lo leyó con una enorme ilusión, como también el libro sobre san Brandán. ¡Grandes quimeras para viajes lejanos!

Ambos se escribieron en anglonormando, como bien comenta su traductora, en su docto prólogo. De El viaje de San Brandán hubo también una versión latina, la Navigatio Sancti Brandani, bien editada hace poco por el profesor portugués Aires Nascimento. El libro de De Mandeville tuvo prontas versiones en otras lenguas, y una difusión espectacular en muchos países. De la versión inglesa, con buenas notas, lo ha traducido recientemente Ana Pinto (Los viajes de Sir John Mandeville, Cátedra, 2001). Hubo varias ediciones en castellano, como la magnífica de Alcalá, de 1547, que Marie José Lemarchand cita muy bien. La edición de Siruela añade a la excelente versión, como en otros libros de la serie, algunas selectas miniaturas antiguas, para mayor deleite del lector.

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