Todo el poder para Makaay
Los tres goles de Múnich lanzan al holandés en detrimento de Tristán
Cuando aún era casi un juvenil, Makaay rechazó jugar en el Ajax, el sueño de todo futbolista holandés, para no pasar por la penitencia del banquillo. Ningún jugador soporta ser suplente, pero ese malestar adquiere en Makaay (Wijchen, 1975), el héroe del Deportivo en Múnich el pasado miércoles (2-3), una intensidad especial. En su primera temporada en A Coruña, sus goles fueron decisivos para la conquista de la Liga. Luego, llegó Tristán, el controvertido, el glamouroso, el artista imprevisible..., y su sombra oscureció a Makaay. Tras el saqueo al templo del Bayern, los papeles han vuelto a intercambiarse.
Vivir a la sombra de Tristán ha sido un suplicio para Makaay. Se volvió un tipo huraño y algo indolente y le danzaba la idea de un futuro lejos de A Coruña. La experiencia le curtió y pareció enseñarle que entre las virtudes de un futbolista también figura la de ser paciente. Makaay acabó aceptando su situación, a la espera de una oportunidad que no tardó en llegar. La aureola polémica y las lesiones de Tristán le pusieron en el centro del foco al inicio de la temporada y el holandés se ha tomado la revancha. Ya había avisado en la Liga, con tres goles en las dos primeras jornadas, y ante el Bayern tocó el cielo: tres tantos de una tacada a Kahn, el mejor portero del mundo. Al acabar el partido, entregó al árbitro su camiseta para llevarse de recuerdo el balón que tan bien le había obedecido.
Fiabilidad o genialidades
No resulta fácil para Makaay competir con la pirotecnia colorista de Tristán. Le faltan su exquisitez técnica y su capacidad para asociarse al juego del equipo. Nunca podrá imitar sus locuras geniales, pero, a cambio, ofrece una fiabilidad que ha resistido toda clase de pruebas. Titular o suplente, nunca ha dejado de marcar goles. En la Liga pasada logró 12 a pesar de que sólo figuró en 22 ocasiones en el equipo inicial. La temporada anterior había conseguido 16 con 21 apariciones como titular.
El holandés es de esa clase de futbolistas que apenas hace nada que no esté relacionado con el gol. Sus cualidades son la rapidez, la seguridad en el remate y la astucia de movimientos para despistar a los defensas. Sus goles muniqueses fueron un compendio de esas virtudes. Quizá el tercero resultó el más meritorio por el momento del partido -faltaba un cuarto de hora y el Bayern había neutralizado una desventaja de dos goles- y por la situación en sí. El enésimo pase de Valerón le dejó de frente a la portería, con un desierto de casi 40 metros por delante, mucho tiempo para ponerse nervioso y vacilar sobre la solución más adecuada ante la intimidante presencia del que llaman Gengis Kahn. Tras el partido, confesó que tuvo la tentación de regatearle. Hasta que se fijó en sus piernas separadas y le coló el balón entre ellas.
¿Qué pensaría Tristán viendo los goles desde casa? Tal vez se daría cuenta de que Makaay ha funcionado como dos vasos comunicantes: cuando sube uno, desciende el otro. Y Tristán es ahora el damnificado. El entrenador, Javier Irureta, está molesto con él porque llegó de las vacaciones sin curarse de la lesión de tobillo que sufrió en el Mundial y, aunque le aprecia como futbolista, desconfía de sus actitudes. En el club tampoco han sentado bien las presiones de su representante para forzar una mejora salarial. Su ausencia en Múnich, donde estaba cantado que iba a ser suplente, resultó extraña. El día anterior al viaje le habían incluido en la convocatoria y los periodistas no repararon en su ausencia hasta que se volaba ya hacia Alemania. La explicación oficial aludió a ciertas molestias en el tobillo, aunque Irureta también dijo: 'Le faltan entrenamientos'.
Con la llegada de Luque, la competencia en el ataque deportivista es más feroz que nunca. Pero Makaay se ha ganado un largo margen de confianza.
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