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Columna
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Incierto porvenir

JOSÉ RAMÓN GINER

Joan Ignasi Pla visitó Alicante el pasado miércoles y pidió al grupo municipal socialista que deje de lado las peleas internas para centrarse en la campaña electoral. Es un deseo plausible que, sin embargo, nos parece difícil de cumplir. Sobre las actuaciones del grupo municipal socialista, hemos escrito en varias ocasiones. Rara vez hemos podido hacerlo en términos favorables. Y ello, porque todo cuanto en él sucede son enredos, discusiones, altercados. Por uno u otro motivo, el grupo municipal socialista está de continua actualidad y, casi siempre, en términos negativos.

Recientemente, hemos sabido que tres concejales de este grupo -entre ellos, el entonces portavoz muni-cipal- viajaron a Bilbao para asistir a un acto de su partido, y abonaron la factura del viaje con fondos públicos. Es cierto que el dinero gastado por estos concejales, poco más de 600 euros, es una minucia para los tiempos que corren. Pero no es la cuantía lo que define el fondo del asunto, sino la ligereza con la que estos concejales traspasaron la línea entre lo privado y lo público. Admitamos que hoy en día resulta difícil, en el Ayuntamiento de Alicante, separar lo público de lo privado y que esta atmósfera puede infectar a cualquier persona. Sin embargo, alguna lección debieran haber aprendido estos concejales de la historia reciente de su partido.

A comienzos de verano, otra concejal socialista, María Elena Contreras, se vio envuelta en un suceso similar. Los diarios lo han recordado estos días. En aquella ocasión, Contreras utilizó su teléfono en el Ayuntamiento para realizar numerosas llamadas a Chile, su país natal. Las explicaciones de la concejal, en el sentido de que había estado siguiendo el caso Pinochet, difícilmente convencieron a la opinión pública, que las recibió con una sonrisa. El que la denuncia de la actuación de Contreras procediera de su propio grupo municipal transmitió una imagen de disputas internas, vergonzosa para los ciudadanos.

Cualquiera advierte que, en estas condiciones, es difícil hacer una oposición municipal. Y esto es lo que ocurre en el Ayuntamiento de Alicante, que no existe oposición municipal. La derecha dispone a sus anchas sin que nadie le alce la voz, ni discuta sus opiniones. No quiero decir con esto que el grupo municipal socialista permanezca continuamente callado, no. De vez en cuando, oímos a alguno de sus componentes criticando éste u otro asunto o proponiendo una u otra cuestión. Incluso, hemos leído declaraciones de su nuevo portavoz, el candidato Blas Bernal. El problema es que sus manifestaciones se confunden con el ruido que producen a diario sus actuaciones y así no hay manera de entender nada.

Para quienes esperan una alternativa que devuelva el gobierno de la ciudad a los alicantinos, sustrayéndolo de las manos de los constructores, estos sucesos suponen una seria contrariedad. La imagen de un grupo municipal deteriorado, sin liderazgo moral y en el que no parece existir otro rumbo que el marcado por el solipsismo de sus miembros, no es, desde luego, la más adecuada para concurrir a unas elecciones. En estas circunstancias, el candidato Blas Bernal deberá hacer un enorme esfuerzo para recuperar la confianza de los ciudadanos. La tarea es complicada y uno no sabe si la buena voluntad de Joan Ignasi Pla bastará para obrar el milagro.

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