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¡Más Barbieri y menos Mozart!

Para quienes siguen con alguna curiosidad la vida cultural de Alicante, el despido de José María Vives no ha causado sorpresa. En todo caso, ha extrañado que se produjera con tanto retraso. Durante los últimos 15 años, Vives ha dirigido los coros de la Obra Social de la Caja de Ahorros del Mediterráneo con un indudable acierto. Gracias a su trabajo y a la ilusión que supo transmitir a sus colaboradores, el Orfeón de Alicante y el Stella Maris se convirtieron en una referencia de la vida musical de la ciudad. Es cierto que la vida musical de Alicante es bien poca cosa, pero ello no resta ningún mérito a la labor de este catedrático de Musicología que transformó unos coros voluntariosos en unas agrupaciones competentes, capaces de hacer buena música. Poco a poco, los aficionados fueron descubriendo cómo aquellas voces que habían escuchado tantas veces se atrevían ahora con Pergolesi, con Bach, Vivaldi, Mozart, Britten o Debussy. Y, además, lo hacían con acierto. Su actuación en el Réquiem de Mozart aún se recuerda en la ciudad.

En cualquier otro lugar, la labor de José María Vives se habría visto reconocida de inmediato. Al director se le hubieran proporcionado, sin reparar en gastos, los medios que precisara para mejorar estas agrupaciones, de las que los patrocinadores se sentirían legítimamente orgullosos. Entre nosotros, sin embargo, las cosas suceden al contrario. Los responsables de la Obra Social de la Caja de Ahorros del Mediterráneo han justificado el despido de Vives, entre otros motivos, porque elegía programas de una excesiva calidad. Es decir, a los directivos de la Obra Social de la CAM, Mozart y Bach les resultaban excesivos. No hablemos de Debussy o Britten, que les deberían sonar revolucionarios. Naturalmente, estas personas se asustaron ante la programación y decidieron cesar a Vives. Sin duda, ellos hubieran preferido unos conciertos más amables, donde primaran los coros de zarzuela, canciones alicantinas, alguna habanera... En suma, algo más castizo.

Si José María Vives hubiera sido más perspicaz, habría advertido que el camino elegido le conducía indefectiblemente a esta situación. Los criterios que hoy aplica a su programación la Obra Social de la CAM hacían inevitable el enfrentamiento. Vives ha actuado como si la actual Obra Social fuera la misma que constituyó una referencia cultural en Alicante, años atrás. Pero de aquella institución que creó bibliotecas en los pueblos, programó ciclos de cine o llevó conciertos, conferenciantes y espectáculos de categoría a todos los rincones y centros escolares de la provincia, es muy poco lo que queda. Desde que los partidos políticos se adueñaron de ella, su prestigio no ha dejado de degradarse.

La decadencia de la Obra Social de la Caja de Ahorros del Mediterráneo no es un hecho aislado. Responde, como tantos otros asuntos, al clima social que vive Alicante y manifiesta el criterio y el gusto estético que imponen nuestros dirigentes. Entre el urbanismo que anhela el alcalde, Díaz Alperi, el mobiliario instalado en la recién reformada plaza de Calvo Sotelo y la programación de las exposiciones temporales en el MUBAG -por citar tres hechos bien dife-rentes-, puede trazarse una línea bien definida que señala con exactitud hacia dónde se dirige esta ciudad.

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