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LA HORMA DE MI SOMBRERO
Columna
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Sin memoria no hay cultura

Ferran Mascarell, concejal de Cultura y presidente del Institut de Cultura del Ayuntamiento barcelonés, me ha hecho llegar un ejemplar del libro Grec, 25 anys (1976-2001), editado por el mencionado instituto bajo la dirección de Jaume Boix. Un precioso ejemplar en el que abundan las fotografías en color y que en la balanza de la carnicería de la señora Canals, que es mi carnicera, ha arrojado un peso de 2 kilos y 725 gramos (el libro se vende, según me dicen en la botiga de la Virreina, al precio de 25 euros, 'a euro per any').

Como es habitual en este tipo de publicaciones, el libro se abre con tres escritos: uno del alcalde Clos, otro del concejal presidente Mascarell y un tercero de Borja Sitjà, actual director del Grec, 'festival d'estiu de Barcelona'. En el suyo, el concejal presidente nos recibe con una sentencia: 'Sense memòria no hi ha cultura'. Sentencia que, en la pluma del historiador Mascarell, hace que nos pongamos en guardia, y más todavía al tratarse de un libro que en su pintoresco título se apropia, como 'festival d'estiu', del célebre Grec de 1976, 'al servei del poble'.

'Sense memòria no hi ha cultura', dice Mascarell. Se referirá a la memoria de su propia cultura

'Sense memòria no hi ha cultura'. Veamos, pues, cómo funciona esa memoria. En las seis páginas del libro (de la 26 a la 32) en las que se relatan los hechos del Grec de 1976, el lector es informado del alto nivel de profesionalidad demostrado por los actores al encargarse personalmente de pegar carteles y vender cervezas, así como de las 1.175 pesetas diarias que cobraron actores y directores, pero nada se le dice sobre cómo se financió aquel festival. De dónde salió el dinero. ¿De los bolsillos de los actores y directores? ¿Cuánto dinero? No me negarán que el dato es importante, pues sin ese dinero no se hubiese podido montar el Grec de 1976. Voy a contárselo. Para ello me bastará con echar mano de un ejemplar de la edición de EL PAÍS de Cataluña con fecha de 28 de junio de 2001.

En ese ejemplar, en la página 2 del suplemento de Cataluña, el que a la sazón (1976) era crítico teatral de Mundo Diario y miembro de la asamblea -el único crítico teatral de la misma- que llevó a cabo el Grec de 1976 cuenta cómo consiguió cinco millones (que luego se convertirían en siete) del entonces director general de Teatro (del Ministerio de Cultura), don Francisco José Mayans, el mismo Francesc Josep Mayans al que Espriu había dedicado (en 1948) su Primera història d'Esther. Fue Mayans, el amigo de Espriu, quien financió el Grec de 1976, 'al servei del poble'.

Sigamos. Al hablar de 1978, en que no hubo Grec, leemos (pág. 106) lo siguiente: 'Ni l'AAD (Assemblea d'Actors i Directors) ni l'ADTE (Assemblea de Treballadors del Teatre) tenien llavors el suficient impuls per tirar endavant un nou Grec. La situació política era incerta, amb un Govern central democràtic i un Ajuntament residual de l'antic règim'. ¿Quieren saber por qué no hubo un Grec el año 1978? Pues porque el nuevo delegado de Cultura -que no era otro que el crítico teatral de Mundo Diario del que hemos hablado hace un momento- había tomado posesión de su cargo a finales de mayo y estimó que no disponía de tiempo suficiente para organizar un Grec mínimamente decente. En cuanto a eso de 'un Ajuntament residual de l'antic règim', estoy seguro de que si lo lee el alcalce Socías, que lo fue en aquel tiempo, se va a reír de lo lindo. Fue aquel Ayuntamiento, y concretamente la Delegación de Cultura -con un delegado con carnet de la CNT-, el que concedió la medalla de oro de la ciudad al doctor Jordi Rubió, el que organizó la exposición Picasso eròtic, el que le dio el Tinell a Ovidi Montllor para que estrenase el Coral Romput, de Vicent Andrés Estellés, y el que evitó que cerrase el Teatre Lliure.

Y llegamos al Grec de 1979, el primero organizado por un Ayuntamiento elegido democráticamente. El que 'va deixar tres estrenes històriques', como leemos en la página 106. ¿Cuáles son esos estrenos? Antaviana, M-7 Catalònia y Sol Solet. Antaviana, de Pere Calders, y que supuso la revelación del grupo Dagoll Dagom, se había estrenado en la Sala Villarroel el 27 de octubre de 1978, 'con el patrocinio de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona', como figuraba en los carteles. El Ayuntamiento del alcalde Socías, a propuesta del delegado de Cultura, financió el espectáculo con algo más de dos millones de pesetas, y ofreció el teatro, la Sala Villarroel, cuya reforma se había realizado con una generosa subvención municipal. En cuanto a M-7 Catalònia, de Els Joglars, se había estrenado en Perpiñán el 27 de septiembre de 1978. El 6 de octubre se estrenó en España (teatro Fígaro, de Madrid). El 29 de noviembre se presentó en Barcelona (teatro Romea), y el 15 de agosto de 1979 se estrenó, estreno histórico, en el Grec, después de haber pasado por Roma, Hamburgo y Palma de Mallorca. Por último, Sol Solet, de Comediants, se estrenó en Granollers el 4 de noviembre de 1978. Antes de su estreno en el Grec, el delegado -siempre el mismo- de Cultura, que había financiado parte del viaje de Comediants a Polonia, le había hecho recorrer las calles de Ciutat Vella.

'Sense memòria no hi ha cultura', dice el concejal presidente Ferran Mascarell. Supongo que se referirá a la memoria apañada al servicio de su propia cultura, de su Institut de Cultura. Ejercicio al que el propio Mascarell no es ajeno. En el número 55 de la revista Barcelona, metròpolis mediterrània (abril-junio de 2001), número dedicado al tema 'Patrimoni, museus i ciutat', Mascarell escribe un artículo titulado Els museus de Barcelona (1975-2000). Notícia de 25 anys de programes. Escribe Mascarell: 'Els primers ajuntaments democràtics es constitueixen l'any 1979. Amb diferents matisos i accents, tots recullen les demandes socials i polítiques de recuperació de les llibertats, de reconstrucció de la cultura catalana i de desplegament de polítiques de democratització i socialització de la cultura'. Entre los logros de esos ayuntamientos, Mascarell destaca 'el boom de la Mercè', 'la transgressió que suposava el Carnestoltes', 'el festival d'estiu Grec' y el Llibre Blanc dels museus de la Ciutat de Barcelona, que, dice, 'naixia en un context de voluntat de canvis radicals, fins i tot d'eufòria'. Para el lector del artículo, el Llibre Blanc nace en 1979, impulsado por el nuevo Ayuntamiento democrático. Lo cual concuerda con la cronología que figura en la revista (pág. 69): '1979: Constitució dels primers ajuntaments democràtics. Elaboració del Llibre Blanc dels Museus de la Ciutat de Barcelona'.

Pues bien, el Llibre Blanc, como bien señala en la misma revista la museóloga Andrea A. García, fue encargado y elaborado por cuenta de 'la Regidoria de Cultura de l'Ajuntament predemocràtic'. Por aquel Ayuntamiento 'residual de l'antic règim', el del alcalde Socías y el delegado con carnet de la CNT. En 1978.

Sin memoria no hay cultura, pero con una cierta memoria lo que hay, señor Mascarell, es 'molta barra'.

Nota. El crítico teatral de Mundo Diario y el delegado de Cultura a los que se hace mención en esta horma son la misma persona que firma este escrito.

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