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Crónica:Open de Estados Unidos | TENIS
Crónica
Texto informativo con interpretación

Hacia un adiós triunfal

A sus 31 años, Sampras gana a Schalken y alcanza su 18ª final del Grand Slam

El tiempo parece haberse parado en el Open de Estados Unidos. A sus 31 años, el norteamericano Pete Sampras se dispone a disputar hoy su tercera final consecutiva en Nueva York y la 18ª de su brillante carrera tenística. Casi nadie lo esperaba. Pero él siempre se mantuvo firme en su creencia de que aún podía ganar otro Grand Slam. No lo ha logrado todavía, pero ayer dio el penúltimo paso. Se impuso en tres mangas al holandés Sjeng Schalken, el 25º del mundo, por 7-6 (8-6), 7-6 (7-4) y 6-2 en dos horas y 24 minutos y hoy contenderá por el título contra su compatriota Andre Agassi.

'No sé qué ocurrirá, pero puedo vencer'. Todavía en la pista y disfrutando del momento que acababa de alcanzar, Sampras comenzó así a reflexionar sobre la final. Se mostró confiado, dispuesto para la última batalla, que puede convertirse en su último partido si triunfa. 'Lo que pretende', había comentado su entrenador, Paul Annacone, en los primeros días del torneo, 'es ganar otro título de los grandes y retirarse'. No habría mejor despedida para Sampras que su quinta corona en el Open de su país, que le vio nacer en 1990 cuando lo ganó por primera vez derrotando precisamente a Agassi en tres sets en el partido decisivo.

Tras sus fracasos de las dos últimas temporadas en los tres primeros torneos del Grand Slam, en los que no logró pasar de los octavos de final, esta competición se ha convertido en el refugio impenetrable de Sampras. Cierto que no gana un grande desde que alcanzó el 13º en Wimbledon en 2000. Pero al menos en su país ha rozado el éxito en las dos últimas ediciones, antes de caer derrotado en las finales por los emergentes Marat Safin, ruso, y Hewitt.

Es poco bagaje para un hombre que ha sido el número uno durante seis años seguidos, pero que en el actual no pasó de la primera ronda en Roland Garros y cayó en la segunda en su catedral particular de Wimbledon, donde ha ganado siete veces. Pero resulta también una motivación suplementaria porque quiere a toda costa un desagravio antes de decir adiós.

Y en ello está. Poco más de un mes antes de comenzar el Open, Sampras cambió de entrenador, dejando al español Pepe Higueras para recuperar a Annacone, un viejo conocido con el que había ganado ya siete de sus 13 títulos grandes. Y se puso de nuevo las pilas. 'La cuestión', reconoce el técnico, 'era que Pete volviera a tomar conciencia de su potencial actual, que sigue siendo mucho'. 'El problema', apostilla Agassi, uno de los rivales que mejor le conoce, 'es que se tomaba a sí mismo como referente y se juzgaba con demasiada severidad'.

Pero ayer, en la pista central de Flushing Meadows, Pistol Pete volvió a las andadas. Había jugado ya un partido pletórico frente al también norteamericano Andy Roddick y su nivel no bajó ante Schalken: 68 golpes ganadores y 23 aces.

El holandés, que arrastra un problema endémico en su rodilla derecha que no le permite sacar en perfectas condiciones, se entregó a fondo, consciente de que se dirimía la suerte del momento más importante de su vida tenística: nunca antes había llegado a unas semifanales del Grand Slam.

Pero al final tuvo que rendirse a la evidencia. 'He intentado alargar el partido para cansar a Sampras. Pero, cuando he perdido la segunda manga, ya sabía que no tendría otra oportunidad', confesó; 'sea quien sea, su adversario en la final tendrá problemas porque está sacando a un nivel altísimo'.

Sampras lleva ventaja sobre Agassi por 19-14, pero no contra Hewitt, que le ha ganado en cinco de sus nueve enfrentamientos.

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