Vértigo
En el momento más inoportuno, España sufrió vértigo. Este equipo nos había acostumbrado a manejar con gran tranquilidad de espíritu las situaciones más exigentes. Habíamos visto a sus jugadores transitar sobre el alambre como expertos funambulistas, conviviendo con el riesgo y convirtiendo la extrema tensión en territorio amigo. Siempre confiábamos en que, en el instante cumbre, Gasol y compañía no iban a fallar, pero nada de esto se cumplió en el decisivo cruce de los cuartos de final.
Por primera vez, España pareció superada desde el primer minuto por la importancia del encuentro. Se le vio siempre rígida, con ese rictus inconfundible de los nervios que provocan las grandes ocasiones. No tuvo pujanza en su juego ni ánimo bien enfocado en su espíritu. Eran demasiadas las pistas que hacían sospechar del mal de altura. Un comienzo dubitativo; el punto de desesperación que mostró en la defensa, en la que parecía que nos jugábamos la vida cada dos minutos, y, sobre todo, la faceta ofensiva, razón fundamental de lo ocurrido.
España jugó siempre encogida, sin ritmo ni capacidad para la sorpresa, sin correr la pista y siendo tan previsible en el ataque estático que una defensa como la alemana, nada del otro jueves, le llevó cerca del colapso total. Se abusó un día más de los triples, se dio un pase de más en muchos ataques, a Gasol le rodearon por los cuatro costados y sólo Navarro, con bastante poco acierto, lo intentó de todas las formas posibles.
Pero si hay un lugar en el que se aprecia en toda su magnitud el mal de altura, el vértigo y el temor, es en la línea de personal. En la soledad del tiro libre, España naufragó, transmitió todas sus inseguridades y puso un pie y medio en la tumba del quinto al octavo lugar.
El turno de Bryant y otros
Todo ello, en el día en que Estados Unidos, tambien víctima probable del vértigo causado por su primera derrota, bajó de nuevo a los infiernos, esta vez sin posibilidad de redención. George Karl ha declarado que quizá este batacazo salve a la NBA de la peligrosa dinámica en la que está metida, con un deterioro del juego y sus conceptos preocupante. Ya no les queda siquiera la excusa de un mal día.
Hay que alegrarse por un doble motivo. Uno, porque les debe hacer reflexionar y bajarse del pedestal. Otro, porque dentro de dos años, en los Juegos Olímpicos de Atenas, los Kobe Bryant, Shaquille O'Neal y demás tendrán el deber nacional de ponerse al servicio de una revancha que les devuelva parte del orgullo destruido por dos equipos que han demostrado que en el baloncesto no sólo priman los poderes físicos, sino que aún hay espacio para otras cuestiones, como los fundamentos, la inteligencia y una correcta lectura del juego. Unos aspectos que los jugadores de la NBA han ido olvidando.
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