Teoría comunicativa y ciencia-ficción
Estos dos libros recientes (Verdad y justificación. Ensayos filosóficos, 1999, y El futuro de la naturaleza humana. ¿Hacia una eugenesia liberal?, 2001) del sumo pontífice de la filosofía actual -ya sin rivales tras la muerte de Gadamer, aunque es de esperar que sólo hasta que la brillantez de un Sloterdijk, por ejemplo, deje algún día de 'alucinar' y escandalizar al clero filosófico- muestran paradigmáticamente los dos aspectos procedimentales subyacentes a toda la reflexión habermasiana: el teórico-filosófico y el teórico-práctico.
El primer libro citado recoge trabajos surgidos entre 1996 y 1998, que retoman intereses teórico-filosóficos abandonados (en el camino a la Teoría de la acción comunicativa) tras las apuestas teóricas por el naturalismo débil y el realismo epistemológico de corte trascendental-pragmático de Conocimiento e interés. Trata de cuestiones metafísicas y epistemológicas sobre verdad y objetividad, realidad y referencia, validez y racionalidad, de las que Habermas no se había ocupado desde entonces. Que habían ido desapareciendo conforme fue haciéndosele superfluo el interés por justificar mediante ellas la teoría crítica de la sociedad, dedicado ya, como estaba, a fundamentarla en términos de pragmática lingüística con otras 'de segundo orden' como las de la teoría de la comunicación, teoría de la acción, teoría moral y teoría jurídica. Kant, Hegel, Peirce, Heidegger, Wittgenstein, son los mayores referentes de este libro, cuyo título está tomado precisamente del artículo sobre el desvío de Rorty de planteamientos semánticos, característico también de toda esa pragmática formal del lenguaje del que hablamos, que Habermas viene desarrollando desde los años setenta como base de su teoría de la racionalidad y de la acción comunicativa. El camino de la hermenéutica hasta ella es uno de los temas más interesantes de este libro.
Verdad y justificación. Ensayos filosóficos.
Jürgen Habermas. Traducción de Pere Fabra y Luis Díez. Trotta. Madrid, 2002. 326 páginas. 21 euros.
El futuro de la naturaleza humana. ¿Hacia una eugenesia liberal?
Jürgen Habermas. Traducción de R. S. Carbó. Paidós. Barcelona, 2002. 146 páginas. 9 euros.
El segundo, de título un tanto solemne, recoge textos de 2000 y 2001: textos de reflexión teórico-práctica ahora, referidos en este caso a la técnica genética. En los que Habermas advierte contra los peligros de la eugenesia liberal que cree que se nos avecina, y que daría al traste, por lo que importa, con todo su montaje comunicativo (fundado en aprioris específicos que la libertad de diseño eugenésico volatizaría). Advierte frente a la posibilidad de autotransformación de la especie humana, a punto de empuñar las riendas de su propia evolución biológica; frente a un tipo de hombre, 'compañero de juego de la evolución', que pronto puede incluso 'jugar a Dios'. Contra 'intelectuales alucinados' que intentan leer el futuro en los posos de café de un poshumanismo de corte naturalista. Contra el 'adiós elitista' a la ilusión de la igualdad y al discurso consolador de la justicia. Contra fantasías neonietzscheanas de selección cultural. Etcétera. (No se mueve nada en el mundo filosófico sin que Habermas dé su sanción).
¿Y qué opone a todo eso?
Las buenas palabras de siempre a su feligresía laica: clarificar nuestros sentimientos morales partiendo de las escuetas premisas del Estado constitucional en una sociedad pluralista, de responsabilidad solidaria y respeto mutuo, en la que se supone el derecho a una herencia genética igualitaria no manipulada. ¿Por qué esa clarificación? Porque la manipulación de los genes afecta a cuestiones de identidad de la especie; porque en la identidad de la especie se produce la autocomprensión del ser humano, precisamente como perteneciente a ella, y porque esa autocomprensión es la base de nuestras representaciones legales y morales, de toda nuestra forma de vida y normatividad. Y si la dotación genética se pudiera manipular liberalmente, según mercado, todo esto caería por su base: la ética posmetafísica y posreligiosa del poder ser sí mismo en solidaridad y respeto con otros, fundada en ella, fallaría si fallara -al hacerse manipulable- el logos específico, intersubjetivo, trascendente al individuo, del lenguaje; ese modo secularizado de comprender lo 'absolutamente otro' desde el giro lingüístico; el medio común de entendimiento y norma.
Que fallara todo eso, que no vale de mucho más que de prédica teórica, sería una desgracia sobre todo para Habermas, como insinuábamos. Porque se rompería su juego comunicativo, su pragmática, o más bien su conservadurismo, trascendental: el que muestran también los discursos de agradecimiento de premios o el curso de emérito que componen este segundo libro. Hay que mantener el orden, las normas, una vida recta y correcta... '¿Qué posición habrían de mantener -si no- la moral y el derecho en una sociedad que se redefiniera a partir de conceptos funcionalistas y libres de normas?'. La pregunta filosófica originaria por la 'vida recta' ha de renovarse, pues, desde la generalidad antropológica. Pasada ahora por las nuevas tecnologías, que han de impulsar nuevamente al filósofo a la correcta comprensión de siempre de las cosas. Sin dejar este tema de debate en manos de 'intelectuales alucinados', como decíamos, o de 'biocientíficos e ingenieros entusiastas de la ciencia-ficción'. Habermas tiende a considerar como ciencia-ficción o alucine cualquier cosa que no comulgue con el pastel de su racionalidad comunicativa.
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