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Una corona de laurel para los 10 bomberos muertos hace 15 años en Almacenes Arias

Ningún edil acudió al homenaje por el 15º aniversario de la muerte de 10 bomberos en el incendio de Almacenes Arias

Una de la tarde en el número 29 de la calle de la Montera (Centro). Cinco bomberos, vestidos con el uniforme oficial y recién llegados en un camión autobomba, portan una corona de laurel con una cinta y la inscripción: 'Siempre en nuestro recuerdo'. Otro miembro del cuerpo acaba de poner un alambre en una tubería adosada a la fachada, en el que sus compañeros colocarán el adorno floral. Miradas al suelo, gestos de dolor, lágrimas en los ojos y, sobre todo, pocas ganas de hablar. Así se resume el breve, pero sentido homenaje, que hicieron los bomberos municipales a sus 10 compañeros muertos hace 15 años tras derrumbarse los antiguos Almacenes Arias.

Los políticos, en especial los concejales, fueron los grandes ausentes de este homenaje en el que se recordó cómo 10 bomberos, con edades comprendidas entre 26 y 37 años, murieron el 5 de septiembre de 1987. Y, sin embargo, aquélla fue una de las mayores catástrofes urbanas de la historia reciente de Madrid. El desastre, ocurrido a sólo unos pasos de la céntrica Puerta del Sol, convulsionó durante cinco días y cinco noches a toda España, pendiente de los desesperados esfuerzos de los equipos de rescate por sacar a los bomberos sepultados bajo toneladas de hierro y cemento. Cientos de ciudadanos acudieron durante esas largas horas a la calle de la Montera para ver en directo el desesperado rescate, dificultado por la enorme escalera mecánica, convertida en un retorcido acordeón, bajo la que quedaron atrapados los bomberos.

'Excavábamos con las uñas y los dientes para rescatar a nuestros compañeros', señaló un bombero veterano
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Un edificio que nunca fue expropiado

En los números 29 y 31 de la calle de la Montera se emplazaba por entonces la tienda de ropa Arias. Uno de los edificios, de cuatro plantas, servía de almacén. El otro, situado en el número 29, disponía de seis plantas comerciales. El fuego se inició a las 19.45 en el segundo piso del inmueble dedicado a la venta. De repente, cuando el siniestro estaba prácticamente controlado, sobre las 2.30, se vinieron abajo las seis plantas del número 29 tras ceder las vigas de hierro por el calor del fuego.

El actual subinspector de Extinción de Incendios, Joaquín Sáez Murcia, recordó ayer cómo vivió la desgracia de sus compañeros: 'El jefe de los bomberos nos dijo que nos fuéramos a casa porque a esa hora ya habían extinguido el fuego. Al poco se produjo el desplome y me avisaron a casa. No me dijeron lo que había pasado, pero intuí algo muy malo por la forma de movilizarnos'. Sáez recuerda cómo pereció uno de sus mejores compañeros, el oficial Armando Juárez. 'Pasamos unas horas de muchísima angustia porque sabíamos, casi a ciencia cierta, que habían muerto, aunque teníamos la esperanza de que se hubieran refugiado en algún hueco y estuvieran vivos. Lo más doloroso fue dar la noticia a los familiares, ya que a muchos los conocíamos y teníamos mucha amistad, como en el caso de Juárez', añadió. 'Este siniestro marcó un antes y un después. Nuestra forma de actuar sigue siendo la misma, pero a partir de entonces mejoramos en más medios y equipos', explica Sáez.

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Los bomberos reunidos ayer mantuvieron que sus compañeros estaban a punto de salir cuando se desplomó el edificio. Uno de los bomberos le gritó al resto que salieran de inmediato, que aquello se venía abajo. Otro dijo que iban a echar un último vistazo cuando se cayó el edificio. 'Les pilló en la escalera mecánica, porque las estructuras metálicas como las de Almacenes Arias no avisan antes de caerse, ya que no crujen', señaló el subinspector Rafael Ferrándiz.

Algunos veteranos del cuerpo, como el cabo Antonio Prado, con 28 años de servicio, recordaban con mucha emoción los momentos de 'impotencia y desesperación' que vivieron tras el derrumbe: 'Yo estaba de servicio, pero, al ver lo que ocurrió, me incorporé de inmediato. La angustia te llevaba a excavar hasta con las uñas y los dientes, porque intentábamos llegar lo antes posible a rescatar a nuestros compañeros'. 'La imagen que no se me olvidará nunca fue cuando recuperamos el cadáver del compañero más veterano, Julio Onrubio, de 37 años. Ingresó conmigo en el cuerpo y estuvimos siempre juntos'.

El rescate de todas las víctimas se complicó, ya que existía el riesgo de que parte del edificio que aún estaba en pie también se viniera abajo. 'Una de las veces tuve que entrar yo mismo e imponerme, porque los bomberos, ciegos por recuperar a sus compañeros, no se daban cuenta del peligro que corrían', recordó ayer el entonces alcalde de Madrid, el socialista Juan Barranco, que perdió en el siniestro a un amigo, Juan José Gómez Mago, de 28 años. Éste, a pesar de aprobar la oposición varias veces, no podía ingresar en el cuerpo porque era objetor de conciencia. 'Hice cambiar esa cláusula y pudo entrar en el cuerpo. Lástima que murió a los pocos meses de hacerlo', añadió Barranco. Los últimos cadáveres fueron recuperados el 9 de septiembre.

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