Se rompió el cántaro
Tanto va el cántaro a la fuente que al final se acaba rompiendo. Quizás no estaba previsto que fuese una piedra argentina la que lo ha logrado, convirtiendo en trizas el orgullo yanqui, pero a nadie le puede sorprender que haya caído por fin uno de los pocos mitos supuestamente intocables del deporte mundial. Varios factores han posibilitado que en estos momentos el deporte norteamericano se encuentre en estado de shock.
Por un lado, su propia desidia. Desde aquel glorioso e irrepetible Dream Team que se formó en los Juegos de Barcelona -probablemente el mejor colectivo que se haya reunido en deporte alguno- la selección estadounidense ha ido para atrás como los cangrejos. Cada nuevo campeonato suponía un descenso en nombres y talento, y la admiración general mostrada por Jordan y compañía iba dando paso a un deseo generalizado por ver hincar la rodilla al confiado y muchas veces arrogante gigante.
Los grandes jugadores, antes deseosos de llevar la camiseta de las barras y estrellas, empezaron a desertar. Que si estoy lesionado, que si necesito descansar, que si mi abuela está malita.... Al final, de tanto descarte famoso, sus equipos tenían poco de ensueño, hasta el punto que la denominación comercial de Dream Team, que tan pingües beneficios produjo, ha desaparecido por completo.
El equipo que ha llevado George Karl a este Mundial de Indianápolis es tambien reflejo de la situacion que vive actualmente la NBA. Los jóvenes jugadores estadounidenses saltan lo antes posible a la gran Liga en busca de fama y, sobre todo, de dólares. Llegan sin terminar su formación, algunos incluso sin comenzarla, avalados únicamente por físicos superlativos. Cada vez hay más jugadores que no llegan a entender el juego, limitándolo a una sucesión de carreras, saltos y tiros, lo que ha abierto una posible brecha que está siendo aprovechada por el resto del mundo.
No es casualidad que cada año haya más extranjeros triunfando en la NBA. El éxito de la emigración de gente como Divac, Stojakovic, Gasol o Nowitzki ha terminado con la última y definitiva barrera: el miedo y respeto reverencial hacia Estados Unidos.
Al revés, visto el creciente desinterés norteamericano por contar con los mejores, existía una carrera extraoficial para ver quién era el primer equipo en derrotarles. Yugoslavia tenía todas las papeletas, pero ha sido el potentísimo, hipercompetitivo e infravalorado equipo argentino el que se ha llevado ese honor. Ya tocaba.
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