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Crónica:CIENCIA FICCIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

'La máquina del tiempo' o el destino de la humanidad (y III)

'TODO RASTRO DE LUNA había desaparecido. Las revoluciones de las estrellas, cada vez más lentas, fueron sustituidas por puntos de luz que ascendían despacio. Al final, un poco antes de hacer yo alto, el sol rojo y muy ancho quedóse inmóvil sobre el horizonte. Comprendí que por aquel aminoramiento de su salida y de su puesta se realizaba la obra de las mareas. La tierra reposaba con una de sus caras vuelta hacia el sol, así como en nuestro actual tiempo la luna presenta su cara a la tierra. Viajé así, deteniéndome de vez en cuando, a grandes zancadas de 1.000 años o más, arrastrado por el misterio del destino de la tierra, viendo con una extraña fascinación cómo el sol se tornaba más grande y más empañado en el cielo de occidente, y la vida de la tierra iba decayendo. Al final, a más de 30 millones de años de aquí, la inmensa e intensamente roja cúpula del sol acabó por oscurecer cerca de una décima parte de los cielos sombríos'. Hemos analizado diversos aspectos relativos a la mítica novela de ciencia ficción La máquina del tiempo (The Time Machine, 1895), de H. G. Wells, con motivo de su remake cinematográfico. Toca hoy pasar revista al futuro de la humanidad imaginado por Wells.

En la novela, el protagonista se desplaza hasta el remoto año 802701 para conocer el destino de la humanidad. Allí el viajero certifica la degeneración del género humano, que ha desembocado en dos especies enfrentadas: los morlock, una raza brutal que habita en el subsuelo y controla los últimos vestigios de tecnología, y los eloi, unos muchachos sanotes que conviven en total ascetismo, una sociedad beatífica en la que Michael Landon (¿recuerdan su lacrimógena Autopista hacia el cielo?) se encontraría en paro. El viajero descubre que los eloi viven su particular edén hasta el fin de sus días, cuando se convierten en pasto de los caníbales morlock... Como sostiene Miquel Barceló, el nombre con mayúsculas de la ciencia ficción de este país, en su monumental e imprescindible Ciencia ficción. Guía de lectura (de inminente reedición): 'Se trata, evidentemente, de la extrapolación de dos clases sociales presentes en la sociedad industrial de finales de siglo : los obreros-morlocks brutalizados y los burgueses-eloi castigados por la decadencia'. Wells, en su afán por críticar la sociedad de su época, no pudo concebir un futuro más lúgubre.

La crítica social pierde razón de ser en las adaptaciones cinematográficas de la obra. En El tiempo en sus manos (The Time Machine, 1960), la lucha de clases queda desdibujada ante los riesgos de la energía atómica, paradigma del clima de guerra fría que dominaba el planeta en los años sesenta. Aquí, George, el viajero del tiempo, realiza sendas escalas antes de personarse en el distante 802701 (el 12 de octubre, un guiño, quizá, a la fecha del presunto descubrimiento del Nuevo Mundo): 1917 y 1940, en mitad de las dos guerras mundiales vividas en el siglo XX, y 1966, coincidiendo con una explosión atómica que sacude Londres. También La máquina del tiempo (2002) comparte el temor ante el desarrollo tecnológico: tras detener la máquina en el año 2030 y participar de ese choque del futuro, en un mundo gobernado por rascacielos e ingenios voladores, el viajero asiste al anuncio de la detonación de artefactos nucleares de 20 megatones para fabricar viviendas en la Luna. Como consecuencia de tales explosiones, la Luna se desvía de su trayectoria y se convierte en un amasijo informe de fragmentos que se precipitan sobre nuestro globo y causan el fin de la humanidad. Una minoría se refugia en el subsuelo, germen de la raza morlock.

La humanidad está lejos de tales desgracias (Ciberp@ís, 25 de mayo de 2000). Pese a que el armamento nuclear almacenado en nuestro planeta podría aniquilar la mayor parte de especies terrestres, no podría mover de su órbita la Luna (y mucho menos la Tierra). Podemos destruir la vida, pero no los mundos. Un triste consuelo...

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