Las obras de la calle de Hortaleza
La calle de Hortaleza no es la peor urbanizada de Madrid; es una más, le pasan aproximadamente las mismas cosas que a las demás calles del centro, pero es un buen ejemplo de lo que da de sí la política municipal de estos últimos tiempos.
En los cuatro años que llevo viviendo en la zona la he visto destripada cuatro veces. En la última de ellas se trataba, creía yo, de ensanchar las dos aceras para evitar que los coches estacionaran a ambos lados. De ese modo se evitaría, al fin, que los numerosos autobuses que la frecuentan -líneas 40 y 149- se encontrasen atrapados varias veces al día entre dos filas de coches mal aparcados, tal como venía ocurriendo desde hacía años. La solución parecía clara y probada en su hermana paralela, la calle de Fuencarral, que en su última reforma instaló bolardos a sus dos lados y ni un coche aparca allí, so pena de colapso inmediato. A grandes males...
Pues bien, quien diseñó la nueva calle de Hortaleza habilitó aparcamientos en su lado izquierdo entre la calle de la Farmacia y Mejía Lequerica, pero no ensanchó la otra acera con lo cual los coches siguen aparcando indebidamente al otro lado. Los turismos pueden pasar, los autobuses, no. Consecuencia: atascos kilométricos diarios que empiezan en la calle de San Lorenzo y acaban en la Gran Vía -miren el plano de Madrid y verán lo que esto significa-, conciertos interminables de bocinas y blasfemias, en definitiva, más penalidades que antes.
¿A qué cráneo privilegiado encomendó nuestro alcalde la ta-rea de remediar los males de la zona? ¿Qué mente ilustre es res-ponsable de que las mejoras pongan las cosas peor de lo que esta-ban? ¡Quiero conocer a esa persona!
Un vecino, se ve que bien intencionado y con las ideas más claras que el citado cráneo, se ha molestado en imprimir en su ordenador un cartel que ha pegado en una de las numerosas señales de prohibido aparcar, advirtiendo a los automovilistas de que los autobuses no pueden pasar si dejan su vehículo allí. Sin duda una iniciativa eficaz, si no fuera porque las inclemencias del tiempo acaban con los escritos y uno está harto...
Por si esta situación no fuera bastante caótica, el inmenso edificio que ocupa la manzana de la iglesia de San Antón hasta la esquina de la calle de la Farmacia fue vaciado, se entiende que para su rehabilitación, hace dos años. Sus andamios ocupan media calzada de la misma calle de Hortaleza y tras las alambradas que lo acotan acampan un número indeterminado de mendigos. Por supuesto las obras están paradas desde hace año y medio. Un gran cartelón anuncia gallardamente a la empresa rehabilitadora, y toda la inmensa fachada está cubierta por un gran telón de plás-tico amarillo.
Otro día les hablaré de los resultados de la ley antibotellón...-
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