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Columna
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Sombras

El fiscal jefe de Sevilla ha destacado la gravedad de la violencia que se ha sufrido en el barrio de Los Pajaritos. Su afirmación de que 'en Las Tres Mil Viviendas, pese a los problemas que le afectan, jamás ha existido una reacción de este calibre' no dejan dudas. Al menos, el fiscal, no las tiene. Por el miedo que se ha generado en la zona, y la existencia de un dispositivo policial especial, los vecinos tampoco. Esta realidad ha hecho que la Fiscalía se comprometa a emitir un informe sobre las causas de esta violencia. También, se dice, que la Guardia Civil está realizando el propio para conocer las que determinaron el disparo.

Sin embargo, mientras llegan estos informes, claramente diferenciados por el origen de uno y otro, es posible volver al comienzo. El atraco de un joven a un estanco con una pistola de fogueo y su muerte como consecuencia del disparo de un agente.

Ésta es la realidad, que alguien que no podía matar, y estaba cometiendo un delito contra la propiedad, ha resultado muerto. Si comparamos esta actuación policial con otras que también ha vivido Sevilla -el asesinato de Cariñanos- y la detención de sus asesinos armados con armas de matar, y tantas otras que se han dado en España, sin que los presuntos hayan sufrido daños, resulta este hecho -el de Los Pajaritos- muy poco tranquilizador.

Esta situación exige que se analicen todas las circunstancias que han dado lugar al mismo. No ya desde un punto de vista subjetivo, pues, aunque Garzón haya vuelto a poner de moda los informes policiales como medios de prueba, no dejan de ser opiniones. Las pruebas en derecho, y más en casos de muerte violenta, han de ser objetivas. La autopsia médico legal del joven fallecido es la prueba que permite conocer la trayectoria de bala, la fuerza y el lugar del impacto, la distancia a la que fue disparada... El conocimiento del informe emitido por los forenses y una actuación decidida de la fiscalía pueden hacer que los ciudadanos sepan lo ocurrido y se tranquilicen unos ánimos que nunca debieron alterarse por una muerte sobre la que no debe quedar ninguna sombra de duda.

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