Apagón de ondas
Que un pequeño incendio en un armario provoque el apagón de todas las cadenas nacionales y deje a casi cinco millones de habitantes prácticamente sin radio ni televisión durante tres horas más parece el argumento de un cuento que una realidad vivida por los madrileños. Y, sin embargo, ocurrió. El siniestro aparentemente menor ocurrido en Torrespaña, el centro de comunicaciones de Retevisión, dejó sin telediario, y sin otros programas del mediodía y la tarde, a los habitantes de la Comunidad de Madrid. Ni existían, a lo que se ve, sistemas alternativos al único existente que garantizaran la emisión, ni los técnicos fueron capaces de hacer las reparaciones pertinentes en un tiempo prudencial. Un incidente tan menor ha servido, al menos, para revelar la fragilidad tecnológica en la que nos encontramos, resultado de la confluencia entre una aceleradísima revolución en las comunicaciones y la falta de previsión de los responsables de velar por el buen funcionamiento de esos avances que tanto nos enorgullecen.
Bien hará el Ministerio de Ciencia y Tecnología en investigar lo que ha pasado y en exigir posibles responsabilidades. Ha estado acertado su titular, Josep Piqué, en el rápido anuncio de la investigación, aunque podía haber evitado calificar a un apagón de tal calibre de 'cierto contratiempo en las emisiones normales'. Porque no fue un contratiempo: fue un desastre.La obligación de las autoridades es velar por los derechos de los consumidores, primero, y de las empresas que utilizan esa vía obligada para su difusión, después. Esperemos que se investigue qué ocurrió, pero también que se pongan urgentemente los medios para que no vuelva a repetirse un agravio de estas características a consumidores y las compañías públicas y privadas de radio y televisión que dependen para emitir en Madrid del Pirulí.
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