Un torneo por fin en serio
Estados Unidos, antes intratable, recela por la progresión de varios rivales, y España aspira a subir por vez primera al podio
El Mundial de baloncesto empieza a ser un Mundial. Hasta ahora no dejaba de ser un remedo, un torneo que malvivía a la sombra de los Juegos Olímpicos. Estados Unidos, siempre tan superior, podía permitirse tomárselo a chunga. Pero no puede hacerlo así en esta ocasión. Tiene al menos un par de buenos motivos. Por vez primera va a ser el organizador -la competición se desarrollará en Indianápolis- y por primera vez también lo afronta con el miedo en el cuerpo, con la amenaza de una derrota que ya ha visto pasar muy cerca. Una cosa es que Estados Unidos, por desidia, no haya ganado más que tres de los 13 campeonatos jugados y otra muy distinta que ahora le cause pánico la posibilidad de que una de sus selecciones de la NBA pierda la imbatibilidad. Yugoslavia vuelve a ser el equipo al que los norteamericanos miran de reojo y contra el que ya se preveía un enfrentamiento en la cumbre hace cuatro años, en la cita de Atenas, frustrado precisamente por la huelga de jugadores de la NBA.
Los norteamericanos, que en los años 50 llegaron a competir con el equipo de una fábrica, presentan una selección de la NBA
El conjunto de Imbroda, liderado por Gasol y amparado por sus logros, se abstrae de su racha de lesiones
En este contexto entra en juego uno de los conjuntos españoles que mayores expectativas ha despertado. Aun mellado por las bajas primero de Dueñas, entre medias de Mumbrú y finalmente de Raúl López, el cuadro que dirige Javier Imbroda se ha plantado en Estados Unidos con la saludable ambición de entrar en las semifinales. Sólo una vez ha estado España entre los cuatro mejores de un Mundial y fue hace la friolera de 20 años. Entonces contaba con su mejor equipo. Había irrumpido la generación de los Epi, Sibilio, Romay, Martín y Solozábal para acompañar a los veteranos Corbalán y Brabender. Aquel grupo subió a todos los podios -en los dos años siguientes logró la medalla de plata en el Campeonato de Europa y en los Juegos Olímpicos-, excepto a los de los Mundiales.
El optimismo es consustancial a la selección de Javier Imbroda, muy joven y ya con una buena colección de éxitos: campeona mundial y europea en la categoría júnior y bronce en el Eurobasket absoluto el año pasado en Turquía. Mucho tiene que ver también en el talante risueño y en la seguridad en sí misma que desprende el exitoso primer curso de Gasol en la NBA, en los Grizzlies de Memphis; el fichaje de Raúl López por los Jazz de Utah, y la elección de Juan Carlos Navarro por los Wizzards de Washington. Y, por supuesto, la confianza que supura del juego que viene desplegando desde que acabó de tomar forma sobre la cresta de esa nueva ola tan bien pertrechada por los más veteranos, como Nacho Rodríguez, Alfonso Reyes o Paraíso y que también están contribuyendo a agrandar jugadores con una progresión tan admirable como Garbajosa o Junyent.
Desde luego, mientras que no empiece la competición, el próximo jueves, frente a Canadá, no será realmente puesto a prueba el equipo. No podrá ser evaluada en toda su extensión la importancia de las bajas, especialmente el mazazo que ha supuesto la forzosa exclusión a última hora de Raúl López, un base que da una apreciable contundencia, rapidez y variedad de recursos. Tampoco hasta que vuele la primera pelota en Indianápolis podrá medirse la influencia de que Gasol, afectado por otra lesión, no haya podido participar en la fase de preparación. En los últimos torneos internacionales se ha demostrado precisamente que cualquier detalle, el más mínimo error, puede hacer saltar a cualquiera del podio al octavo puesto. Sin más. Por eso la presencia de Gasol en buena forma se antoja esencial en la trayectoria de la selección, que parece un un escalón por debajo de la yugoslava.
Yugoslavia, dirigida por el nuevo entrenador del Barcelona, Svetislav Pesic, lleva mucho tiempo esperando la posibilidad de dirimir un mano a mano en toda regla con un equipo de la NBA. Las credenciales de más de media docena de sus componentes no distan mucho de las del estadounidense. Varios de sus jugadores están en la órbita de la NBA, empezando por Divac y Stojakovic, el pívot y el alero sobre los que tan magníficamente ha girado el juego de los Kings de Sacramento esta temporada, y continuando por Drobnjak, de los Supersonics de Seattle y por Bodiroga, uno de los pocos jugadores que ha desestimado la posibilidad de hacer carrera en la NBA a cuenta del Barcelona.
Pero tampoco es que la federación norteamericana haya cargado toda su munición. La cosa no es todavía tan grave a pesar del susto que les dio Lituania hace dos años en los Juegos Olímpicos, cuando los estadounidenses se salvaron únicamente porque hizo agua el triple de Jasikevicius con el que se cerró el partido. En Indianápolis no van a estar las grandes figuras, como O'Neal, Duncan, Kidd o Bryant. Pero el seleccionador para la ocasión, el ex técnico madridista George Karl, cuenta con un buen conjunto aunque en él no estarán ninguno de los jugadores nominados en los dos mejores quintetos de la temporada y sólo habrá dos del mejor tercer quinteto, el ala-pívot Wallace, de los Pistons de Detroit, y el alero Pierce, de los Celtics de Boston.
De la mejora del baloncesto en el resto de los países, que hace poco asumían de antemano la paliza de rigor cuando tenían enfrente a Estados Unidos, da una ligera idea la colección de jugadores foráneos que compiten en la NBA a gran nivel. Algunos de ellos estarán en Indianápolis: Gasol, Nowitzki (Alemania), Divac, Stojakovic, Turkoglu y Kirilenko (Rusia), entre otros. Además, estará también el número uno del último draft, el chino Yao Ming, fiel reflejo de los nuevos tiempos. Y baste decir que el equipo que más se ha acercado a la victoria frente a una selección de la NBA, Lituania, ni siquiera pudo clasificarse para este torneo.
Desde luego, la federación estadounidense no puede actuar con el desahogo con que lo hacía en otra época. Llegó a enviar al evento equipos de medio pelo como el de la fábrica Chevrolet, en 1950, o el de sus Fuerzas Aéreas, en 1959. No le preocupaba una competición a años luz de su por entonces incipiente NBA, cuya primera edición ganaron los Sixers de Filadelfia en 1947. Su reino era de otro mundo, hasta el punto de que consideraban, consideran todavía, su Liga como el verdadero Campeonato del Mundo. A partir de 1992, Estados Unidos empezó a ser representado en las grandes competiciones por equipos de la NBA. En el Mundial de 1994 arrasó, aunque al propio tiempo transmitió un engreimiento impropio del equipo que sucedió al carismático Dream Team de Barcelona 92.
Del cuadro que ganó la final de aquel Mundial de Canadá, hace ocho años, y en el que estaban entre otros O'Neal, Wilkins, Mourning y Kemp, repite ahora Miller, uno de los ídolos de los Pacers de Indiana.
Estados Unidos es la sede de un Mundial por primera vez justamente cuando se cumplen 30 años de la derrota más amarga y sorprendente de cuantas se hayan producido en el baloncesto. Fue en los Juegos Olímpicos de Múnich 72, en un partido que los norteamericanos creían haber sentenciado gracias a un segundo tiro libre convertido por Collins. Después de que incluso celebraran el triunfo en medio de la pista, la delegación de la Unión Soviética logró convencer a los jueces de la mesa, que decretaron que aún quedaba por disputarse algo más de un segundo. El tiempo que necesitó la URSS para sacar de fondo, hacer llegar la pelota a las manos de Alexander Belov y anotar la canasta de su triunfo o, lo que es lo mismo, la primera derrota de Estados Unidos en unos Juegos Olímpicos.
La historia es recordada estos días por la prensa norteamericana, que se refiere a ella en términos de 'robo' y que, por supuesto, no desea que esta amarga página se repita en Indianápolis.
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