Pasar por una extraña ventanilla
Estuve hace poco en la Embajada de Nigeria en Madrid y quiero hacer constar que tienen una vergonzosa manera de tratar al público. No hablo del trato por parte de la chica que nos atendió, que fue muy amable, sino de la ventanilla.
Hay una patio donde espera la gente. Hay sillas y un toldo, pero no deja de ser un patio en el exterior del edificio; hasta aquí, bien, aunque debe hacer mucho frío en invierno y muchos de los que esperan tienen niños muy pequeños.
En fin, la ventanilla en cuestión es un cristal espejo en el que sólo ves reflejado tu propio rostro, o sea, no puedes ver con quién hablas, ni siquiera si hay alguien allí dentro para atenderte. Hay unos agujeros, de ésos para poder hablar, pero están a la altura de un jugador de baloncesto. Después, hay una ranura horizontal a un metro del suelo para poder pasar documentos.
Total, el sistema te fuerza a arrodillarte delante de esta ranura y hablar con la funcionaria, que sólo adivinas a medias. Es humillante e innecesario. Además, este trato les llega al final de un viaje a veces largo desde otros puntos de España (en la cola había nigerianos de Pamplona, Sevilla y Barcelona).
A ver si alguien de la embajada lee mi carta en el periódico y pone remedio a esta pequeña, pero, sin embargo, importante injusticia.
(Me dijeron que, sin saber el nombre de algún trabajador, no valía la pena escribir a la embajada porque se perdían las cartas).
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