_
_
_
_
Reportaje:

Lecciones municipales para ligar en verano

El Ayuntamiento de Navalcarnero enseña a los chavales a relacionarse con otros jóvenes en una piscina municipal

Los chicos se lanzan de cabeza, hacen la bomba o la gamba, las chicas les miran mientras se bañan. Las madres cuidan de sus pequeños y charlan con alguna amiga. Cinco o seis personas se enfrascan en la lectura de revistas o libros. Un grupo de chicas juega al voléibol sobre arena artificial. Cuando atardece, en la piscina de Navalcarnero cada grupo se retira a sus casas o a los bares o a donde sea sin haber entablado conversación con el otro. Probablemente los chicos han estado buena parte del tiempo mirando y hablando de las chicas, y ellas, pues lo mismo, hablando de ellos. Sin embargo, ayer por la tarde cuatro monitoras, coordinadas por Juan de Dios, de la oficina de la Concejalía de Cultura de Navalcarnero, se esforzaron en convencer a los chicos, de entre 12 y 16 años, participantes en un taller para aprender a ligar de que se irían más contentos a casa si conseguían hacer algún amigo o amiga.

Porque el objetivo del taller, a pesar del nombre, no es introducir a los adolescentes en el sexo, sino que sean capaces de desenvolverse en situaciones sociales sin sentir vergüenza. El taller se enmarca en el programa Un verano diferente, que trata de animar las actividades de los chicos con juegos diversos. Las monitoras, que tuvieron que cazar con lazo a los chicos dispersos por la piscina, consiguieron formar un círculo a la sombra de un árbol, compuesto primero sólo de chavales. Blanca, la jefa de las monitoras, comentaba: 'Qué raro, creía que las chicas se apuntarían primero'.

Poco después, ya estaban reunidos 30 chicos y chicas. La excitación de todos era patente, se oía un guirigái de voces que hacía inaudibles las palabras de Blanca. Se trataba de presentarse: la monitora empezó: 'Soy Blanca y me gusta..., pero no me gusta...'. Luego, cada uno de los chicos hizo lo propio: 'Me llamo David y me gusta la tele, y no me gusta que mi hermano me pegue cuando estoy durmiendo'. Y así todos. Fue difícil, porque los niños estaban nerviosos, pero por fin se consiguió. Los que estuvieron más atentos pudieron descubrir con este ejercicio el nombre de la chica o el chico en que se habían fijado.

'Los conozco a todos', decía un chico rubio con aire de indiferencia. 'Bueno, sí, a algunos sólo de vista'. Pues de eso se trataba, de hablar con los que no conociera. El primer juego facilitó las cosas, se llamaba 'busca a alguien que...' y proponía diversas posibilidades. Desde 'que le guste la misma asignatura que a ti' pasando por 'que mida lo mismo que tú' o 'que te pegue un grito' a 'que tenga la oreja igual que tú'.

Los chicos cogieron rotuladores de una caja y una hoja de papel. Después, el caos: el corro se deshizo, los niños se gritaban al oído, saltaban unos sobre otros, comparaban orejas y alturas. Las monitoras trataban de que los chicos interactuaran con los que no fueran sus amigos. Pero era difícil: 'Pregúntale a algún chico, que sólo tienes chicas en tu lista'. 'Ya, pero es que me da vergüenza', replicaba Lucía, 'pues de eso se trata, de vencerla'. '¿Y quién es este Juan Carlos que tiene las orejas iguales, mide lo mismo que tú, te grita y sabe silbar?'. 'Es el novio de ella', contestó Lucía señalando a su amiga. 'Mentira, no es mi novio, es el tuyo'. Y se reían.

Cuando las monitoras consiguieron calmar a los chicos, haciendo que se sentaran de nuevo en corro, la monitora propuso otro juego. Se trataba de contarse una historia unos a otros. Aquí la química funcionó y los nervios comenzaron a desvanecerse. Aunque algunos optaron por marcharse de cabeza a la piscina. Ya no aguantaban más. Otros siguieron interesados. En este juego participaron unos veinte muchachos, que se contaron en público un largo relato.

'La comunicación gestual es importante para ligar'. Así lo contaron las monitoras. Qué mejor ejercicio que la mímica para aprender a comunicarse por gestos. Los chicos tenían que colocarse en fila por orden de nacimiento, desde el más pequeño al mayor. Pero se desconcertaron unos a otros con sus gestos. No acabaron de entenderse y se produjo otra desbandada, diez chicos, ya desesperados, abandonaron el juego discretamente. La piscina les llamaba.

Quedaron nueve, cuatro chicas y cinco chicos, que se tocaban los nudillos para mostrar el mes o extendían los dedos de las manos para señalar el día. Pero hubo un fallo, el año. Fue un desbarajuste, no dieron ni una. Las alturas de los chicos no concordaban con sus edades. Una chica alta como una torre era, en teoría, la más pequeña. Las monitoras, por fin, preguntaron a los chicos sus edades y los colocaron en orden. La fila ya era más normal, edades y alturas correspondían.

Y, como colofón, toda la química se rompió. Los chicos estaban cansados y no dejaban de hablar de la expectación que habían levantado, rodeados de mayores; el calor apretaba, el ritmo se había roto. Sin embargo, las monitoras no desistieron. Tras un rato de deliberación se sacaron de la manga un nuevo juego, se trataba de leer un texto con diferentes voces, algún chico aún se negaba a leer con voz de pito. Pero David, que había vuelto de la piscina, lo organizó todo en un segundo: 'Tú lees con voz aguda, tú con voz grave y tú', le decía a una periodista, 'con voz de hombre, porque tú también juegas, ¿no?'.

La clase de ligoteo se repetirá el jueves en el mismo lugar, la piscina municipal de Navalcarnero y a la misma hora, las cinco de la tarde. Y la próxima semana, más lecciones: el martes 27 y el jueves 29 estas cuatro monitoras se esforzarán para que los chicos y las chicas venzan su timidez y ¿por qué no? se enamoren.

'Los chicos deben ser simpáticos'

El momento álgido del taller ocurrió cuando dos de las cuatro monitoras preguntaron a los chicos lo que ellos consideraban importante para ligar. 'Los chicos tienen que ser simpáticos', decía una chica. Pero los chicos aclaraban: 'Las chicas deben ser guapas'. 'Y eso de la simpatía, ¿qué quiere decir?', lanzó una de las monitoras. David, un niño inquieto, respondió: 'Hacerlas reír, que se lo pasen bien'. Las monitoras preguntaban por los gestos. 'Ya, eso de los signos y lo de los labios', continuó David. '¿Qué de los labios?', le inquirió la monitora. 'Pues eso de los labios', respondió David acariciándose el pie. Una chica terminó con la discusión: 'Los ojos, hay que mirarse a los ojos'. Blanca, la jefa de las monitoras, lanzó una pinza para el pelo a la otra monitora: '¿Veis? Ésta es una fórmula para ligar'. Pero David atrapó el coletero y amenazó con lanzarlo con violencia a la monitora, que le dijo: 'No estás siendo simpático. Ésa no es forma de ligar'. 'Ya, pero es que contigo no quiero', contestó David, y lanzó el objeto a las chicas de enfrente, que a su vez lo arrojaron a otro chico. Y así continuó hasta que Blanca recuperó su coletero.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_