Terrorismo abdominal
A veces las noticias vuelan de las páginas de los periódicos por las mismas razones que desaparecen algunas series de la televisión: por falta de audiencia. ¿Qué fue del brote de disentería de Palautordera? Ni idea. Los periódicos dejaron de informar sobre el suceso casi al mismo tiempo que el rey Fahd llegaba a Marbella, donde, en su última estancia, hace un par de años, derrochó 15.000 millones de pesetas. Eso es disentería y lo demás son cuentos. La noticia grande se come a la chica como el tiburón a la merluza. Desde luego resulta alarmante que el 10% de una población de 6.000 personas sufra diarrea como si estuviéramos en la Edad Media. Pero es más llamativo que una sola persona acapare para sí y para los suyos el 50% de la producción fecal de una localidad. Lo cierto es que el rey Fahd y su séquito van a dar sentido en tan sólo unos días a la red del alcantarillado marbellí, por cuyos conductos apenas venía corriendo esta temporada turística la mitad de la mierda que es capaz de contener. Se agradece.
Cuando Fahd se sienta en el retrete de su palacio marbellí, que es una sucursal de su trono, por las tuberías empieza a correr un caudal de calderilla superior a la capacidad de los sumideros, y las alcantarillas no resisten la presión.
Nunca he estado en Marbella, pero cuando intento imaginarla me salen dos ciudades distintas. Por un lado, está la Marbella de Hollywood, todo glamour y golf, y, por otro, la Marbella de Gil, todo abdomen y gases. Les aseguro que resulta difícil cuadrar la primera imagen con la segunda. No pueden ser ciertas las dos, me digo, o quizá sí, porque sobre el abdomen de Gil, tanto si permanece de pie como sentado, suelen descansar los últimos eslabones de una cadena de oro que le nace en la testuz. Oro y abdomen, o, si ustedes quieren, metales nobles y mondongo; curiosa combinación que el rey Fahd, todo él aparato excretor, ha venido a completar estos días. El telediario de Antena 3 calculó que el monarca saudí (qué bien suena, ¿no?, monarca saudí, parece una variedad de mariposa tropical) evacuará durante los próximos días sobre la población de Marbella 300 millones de euros (unos 50.000 millones de pesetas). Le sobra intestino grueso para eso y para más.
Algunos marbellíes están, como es lógico, encantados con la presencia de este vientre productor de riquezas. De hecho, fue a recibirle al aeropuerto una autoridad civil, cuyo nombre no logré retener, que se puso a sus pies al tiempo que decía una frase genial: 'Ardíamos en deseos de que viniera usted'. Hay gente encantada de vivir de la diarrea de los poderosos y que no tiene ningún pudor en manifestarlo.
Y es que cuando el rey Fahd se sienta en el dorado retrete de su palacio marbellí, que no es más que una sucursal de su trono, por las tuberías empieza a correr un caudal de calderilla muy superior a la capacidad de los sumideros. El oro fluye por las calles, en fin, porque las tapas de las alcantarillas saltan ante la presión fecal, y el producto interior bruto (nunca mejor dicho) se pone como loco. Si uno fuera el padre de uno de los soldados muertos en la guerra del Golfo, daría por bien entregada la vida de su hijo a cambio de que el aparato digestivo de individuos como Fahd continuara produciendo la riqueza que proporciona a Occidente. Gracias, gracias, ardíamos en deseos de verle aparecer.
Uno es realista y acepta las cosas como son, pero tendrán ustedes que reconocer conmigo que en un mundo medianamente normal no esperaríamos a que el reyezuelo de un pozo de petróleo tuviera diarrea para cobrar un sueldo como Dios manda y comer cada día, sino que le expropiaríamos el abdomen, el intestino grueso y el aparato urinario y santas pascuas. Pero vivimos en un mundo anormal, qué le vamos a hacer. Por eso, en pleno siglo XXI, el 10% de una localidad catalana sufría disentería, mientras que el cien por cien de las autoridades marbellíes permanecían pendientes de las flatulencias de un monarca para cuadrar el presupuesto, o para aligerar el déficit.
La obscena exhibición que Fahd y su séquito llevan a cabo con la complacencia de los telediarios debería estar catalogada como una de las peores formas de terrorismo. Y si no padeciéramos la disentería mental que padecemos, este hombre y su séquito serían detenidos y puestos a disposición de un tribunal internacional. Un gasto de 50.000 millones de pesetas en cuatro días constituye una exhibición de meteorismo intestinal insoportable. Abran las ventanas de España entera. La peste llega hasta el Cantábrico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.