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Reportaje:

Chillida a escala infantil

Un centenar de niños homenajea al artista en el 25º aniversario de la colocación del 'Peine del Viento'

Mikel Ormazabal

A Shara Cuadrado, las esculturas arboladas del Peine del Viento le quedaron 'un poco más torcidas que a Chillida'. Esta niña de siete años del barrio donostiarra de Intxaurrondo necesitó ayer apenas media hora y un puñado de pinturas de colores para retratar el conjunto escultórico que se abre al horizonte donostiarra al final (o comienzo) de su paseo marítimo. Garazi Artola, de la misma edad, se retrató a sí misma y escribió el mensaje 'Mira al mar' junto a las tres piezas que peinan el mar cuando entra en San Sebastián.

El Centro de Atracción y Turismo, organizador de la Semana Grande donostiarra, reunió ayer a un centenar de niños de entre tres y 14 años en un homenaje infantil a Chillida con motivo del 25º aniversario de la colocación del Peine del Viento. Este 'sencillo, pero intenso' acto, a juicio de sus organizadores, fue una fiesta que terminó con la colocación de un gran mural colorista plagado de 'hierros torcidos', como definió Ainhoa Morrás, de seis años, las mayúsculas piezas de acero corten que Chillida diseñó sobre tres rocas situadas en un costado del mar.

'Para la familia Chillida es un orgullo comprobar la ilusión con que estos artistas están dibujando, con ingenio en muchos casos, la obra de nuestro padre'. Luis Chillida fue mesa por mesa interesándose por los trabajos. Su hermana Susana tampoco faltó a la cita. Sus hijos Kiti y Adi, de siete y nueve años, respectivamente, le mostraron orgullosos el resultado de sus ejercicios artísticos. El menor fue el único que plasmó en la lámina a su abuelo Eduardo.

A la plaza de roca que mira al Peine del Viento donde se celebró esta fiesta artística, también acudieron su autor, Luis Peña Ganchegui, y el alcalde donostiarra, Odón Elorza, una de las personas que más ha insistido en celebrar un homenaje de este tipo a Chillida.

La más joven de los participantes, Ana, de dos años, hizo un garabato. Wences, de cuatro, no dudó en escribir un número de teléfono móvil junto a su nombre. Gabriele no se inspiró en la obra del escultor, pues dejó plasmada en su hoja la típica estampa de los rascacielos neoyorquinos. Y dos niños portugueses remataron su faena con la enseña lusitana flameando en mitad del Cantábrico.

Sara Essery, de 11 años, ha heredado el arte. Acabó su dibujo, de una envidiable valía figurativa, en un santiamén. Sin embargo, se le atragantó el mensaje escrito con que acompañó la pintura: 'Tía, no sé qué poner', le dijo a Susana Chillida. 'Lo que te sugieran las esculturas. Míralas, piensa y escribe lo que sientas', le respondió ésta. Sara permaneció varios minutos pensativa, ausente al bullicio de los payasos, los gigantes y los cabezudos presente. Finalmente escribió: 'Cuando las olas chocan, el aire silba'. Sara también es nieta de Chillida.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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