Buenos reflejos
Es bueno que ni los calores de agosto hayan aflojado los reflejos del PSOE andaluz a la hora de atajar posibles brotes de escándalo. Primero, rectificó el nombramiento como cargo de confianza de un alcalde gaditano condenado por prevaricación. Luego, invitó a dimitir al presidente de la Diputación de Córdoba, Matías González, que estaba siendo investigado judicialmente por la posible contratación ilegal de una joven con la que había mantenido relaciones. Eso sí, González no se quedará sin cobrar: al PSOE no le parece oportuno que presida la Diputación pero no tiene nada en contra de que siga ejerciendo como diputado y como concejal de Hinojosa del Duque. Se ve que lo suyo es sólo un pecadillo.
El abortado escándalo en torno al presidente de la Diputación cordobesa no sólo ha despertado los buenos reflejos del PSOE, sino también algunos tics. La insistencia a la hora de aclarar que no se trataba de un asunto de acoso sexual es bastante significativa. A los socialistas les sucede con lo políticamente correcto lo que al Papa con el sexo: comenzó como una aparente obsesión y ha terminado ocupando la mayor parte de su universo moral. Pero -aunque pueda parecer asombroso- el acoso sexual no es el único delito del Código Penal. Hay otros que tampoco están nada mal. La prevaricación, por ejemplo.
En este caso, resultaba igualmente chocante la defensa de la contratación de la joven amiga del presidente de la Diputación hecha por Comisiones Obreras. Todo fue, según el sindicato, por razones de 'índole personal o de salud', ya que el diputado de Personal les pidió que aceptaran la contratación debido a que la joven 'estaba pasando por una crisis psicosomática y la única manera de que mejorase era facilitándole un empleo de auxiliar administrativo'. Es conmovedora tanta compasión, pero habría que preguntarse si CCOO trata con el mismo celo a todos los cordobeses a los que el desempleo provoca crisis psicosomáticas.
El asunto está en los tribunales y, al margen de cuál sea su decisión, convendría quizá plantearse si no sería bueno empezar a desterrar las viejas prácticas del compadreo. Reconozco que el abortado escándalo en torno al presidente de la Diputación de Córdoba me ha dejado cierto mal sabor de boca. Por un lado, merece la pena aplaudir los reflejos del PSOE. Pero, por otro, da la sensación de que Matías González ha terminado pagando el pato. Como dijo un sabio amigo mío: 'Si lo de Matías González es prevaricación, ha de ser ésta una prevaricación muy frecuente'.
Lo de Matías González no es tan raro. Es conocido el caso de otro presidente de diputación -también andaluz y del PSOE- que tiene empleadas no a una, sino a dos amantes. Y, de paso, metió a los hijos a trabajar en la caja de la que es consejero. Pero, eso sí, sin escándalos: al fin y al cabo, el portavoz de la oposición ya hizo algo similar cuando fue su turno y a los periodistas siempre se les puede hacer callar. Cosa fácil en estos tiempos en los que el silencio o el halago nunca levantan sospechas: sólo las críticas parecen resultar sospechosas.
Al fin y al cabo, qué más da. ¿Si estamos por la labor de salvar especies en extinción como el Cernícalo Primilla, por qué no subvencionar con dinero público el celo y la crianza de -pongamos por caso- el Serrano Cejijunto?
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